En lo que se conoce como la pradera de San Isidro, en Madrid, 68 casetas ofrecen comida, bebida y entretenimiento. Montar en las atracciones cuesta cinco euros.
"Asumo que cuando venimos aquí nos van a 'clavar' un buen dinero", sostiene una mujer. "Mínimo, nos vamos a dejar 20 euros por hijo, está el doble de caro y es una 'clavada'", asegura una madre de tres niños. "Traigo la bebida porque el precio aquí es una 'clavada'", sostiene un joven
Los precios de las bebidas son los mismos en todas las casetas. Un camarero asegura que los vendedores hablan para ponerlo igual. "Si alguien quiere poner un precio más económico, se le dice que lo ponga igual, o más caro", afirma.
Nos hablan de un pacto que también incrementa el precio de la comida. Los bocadillos cuestan en torno a 6-7 euros. "Nos ponemos de acuerdo en poner los mismos precios", reconoce abiertamente ante la cámara un vendedor. Admiten que cometen una práctica ilegal
Preguntamos al representante de los feriantes por el pacto de los precios y él lo niega. "Si te vas al centro a tomar un café, vale 2,5 euros, que no se quejen", responde Jorge Guierargovish, vicepresidente de la asociación de feriantes Siglo XXI.
"Los precios tienen que ser más altos, si no, no cubrimos lo que tenemos que pagar", añade. Ante la posibilidad de que un feriante quisiera poner los precios a la mitad, él sostiene que "podría pasar", pero "no se podría consentir" porque "sería un abuso".
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El joven reconoce estar "arrepentido" de lo que había hecho. "No podía controlar qué se hacía con esos datos, los había vendido", explica, destacando que lo hizo por una "especie de rabia o venganza contra un juez".