¿Saben ese que dice que van a los servicios sociales un español, un rumano, un marroquí y un ecuatoriano, y todas las ayudas se las llevan los extranjeros, y al español no le dan ni los buenos días? Es obvio que esto, que no tiene ninguna gracia, no es un chiste, es un tópico y uno de los prejuicios más habituales que los españoles tenemos respecto a los inmigrantes, junto con el que dice que acaparan las canchas de baloncesto sólo para bailar reaggetón.

Las encuestas y los estudios revelan que, en los últimos años, ha aumentado en España el rechazo a la inmigración. El auge de la xenofobia es algo que sucede siempre en todos los países en épocas de crisis. Y luego está lo de Grecia, que eso ya es otro nivel.

Los españoles tendemos a pensar que los extranjeros son una carga, y que reciben del Estado más de lo que aportan a éste. Pero la realidad nos dice lo contrario. Usamos la inmigración como chivo expiatorio. Realmente los inmigrantes son beneficiosos, e incluso, necesarios para nuestra economía.

Veamos datos de 2011, cuando el número de inmigrantes, mayor que el actual, rondaba el 13% de la población total. ¿Qué aportaban los inmigrantes en situación legal? Sobre todo, estabilidad económica. Por ejemplo, los inmigrantes suponían hace dos años el 10% de los afiliados a la Seguridad Social. Y como la población española envejece a un ritmo vertiginoso, gracias al trabajo de los inmigrantes, el sistema de pensiones será algo más sostenible.

Pero no es infinito, o sea que, en el futuro, hará falta que vengan más. Y a cambio de estas aportaciones, ¿qué se llevaban los inmigrantes en 2011? Pues el gasto sanitario que suponían para el Estado equivalía sólo al 5% del total, y de todos los que cobraban pensiones, sólo el 1% eran extranjeros.

Y todo eso, por no mencionar que, cuantos más rumanos haya en España, más votos obtendremos en Eurovisión. Así que, señores, menos xenofobia y más sentido común.