Edurne Pasaban ha hecho historia en el alpinismo: es la primera mujer que ha conseguido hacer los 14 ochomiles que hay en el mundo. Sandra Sabatés entrevista a la deportista en Mujer tenía que ser para saber cómo se ha sentido en las distintas etapas de su carrera.

Empezó a escalar muy joven. "Me atrapó la sensación de libertad que te da la montaña, la libertad de poder decir las cosas por mi misma", explica Pasaban. Se ha recorrido las montañas más altas del mundo, algunas las ha conseguido escalar tras varios intentos, con mucho afán de superación.

Pero su experiencia más dura fue en casa, junto a unos amigos con los que solía escalar durante los fines de semana en los Pirineos. Iban siempre cinco, hasta un sábado del 2007, de cuya jornada solo volvieron dos a casa: "Tres fallecieron porque cayeron a mi lado. Te vuelves súper egoísta, hay una cosa como muy fría, quieres bajar de esa pared".

De esa dura experiencia se llevó una enseñanza. En el velatorio improvisado que organizaron con los tres cuerpos en el pueblo de Navarra más cercano a la montaña, el padre y tío de dos de los amigos que fallecieron le dijo: "Edurne, la vida continua. Yo tengo ovejas y me voy a darles de comer. Tu vida tiene que continuar". Entonces siguió. "Dices, tengo que seguir porque es lo que me apasiona, lo que me gusta".

El antes y el después de su ascenso al K2

El K2 es la montaña más peligrosa del planeta. Su ascenso supuso en su vida un antes y un después, según narra la alpinista: "Tuvimos suerte por subirla a la primera, pero bajamos con congelaciones. Me amputaron dos dedos después de eso".

"Empecé a replantearme muchas cosas. Cuando me empecé a recuperar me planteé qué estaba haciendo con mi vida. A los 31 años, mis amigas se habían casado, empezaban a tener hijos. Yo me salía del patrón", recuerda. Fue entonces cuando cayó en una gran depresión: "No encontraba las respuestas a las preguntas de por qué hacía lo que hacía. Fue muy duro. Siempre digo que mi ochomil más duro fue salir de una depresión".

Pero volvió a la escalada, gracias a "la misma montaña". "Mis amigos me plantearon volver al Himalaya, y me hicieron ver que aquello era mi vida y lo que me hace feliz", reconoce.

Hacerse un hueco en un mundo ligado a los hombres

El mundo del alpinismo es un mundo ligado a los hombres, y como explica Pasaban, abrirse un hueco no fue fácil. Aunque reconoce que siempre le han tratado bien, como a uno más, ha tenido que sufrir comentarios machistas. "Una de las cosas que más me han dolido es cuando un día escuché un comentario como que había terminado los 14 ochomiles porque iba en expediciones con hombres", comenta.

Su escalada más solidaria

En 2018, Pasaban subió un sietemil con un objetivo muy concreto, denunciar la falta de derechos de las mujeres de Nepal. "Conocí un aspecto de Nepal que es muy poco conocida, y a la que es muy difícil llegar. Las mujeres sufren una discriminación muy grande. Cuando tienen la menstruación les expulsan de los hogares, les dejan en unos cobertizos porque creen que somos impuras y no pueden tener contacto con nadie. Muchas de ellas van incluso con los bebés y algunos incluso mueren", cuenta la alpinista.

Para dar visibilidad a ese problema y empoderar a esas mujeres, hizo una expedición con chicas de allí. "Las montañas están prohibidas para ellas porque al ser impuras no pueden tocar las montañas, que es donde viven los dioses", explica.

Ahora, la alpinista combina su carrera deportiva con proyectos empresariales, solidarios y el cuidado de su hijo. Dice que se encuentra en una etapa diferente: "Ahora veo el riesgo de otra manera, estoy en otra etapa y busco el equilibrio entre ser madre y tener una familia, y hacer lo que a mí me apasiona".