En plena crisis financiera, los bancos optaron por conseguir liquidez con lo que muchos consideran la mayor estafa de la década de los años 10: las preferentes. Los bancos ofrecieron vender acciones preferentes a sus clientes, un producto financiero de alto riesgo no apto para inversores nóveles.

Unos 700.000 inversores temían no volver a ver los ahorros de toda su vida, y el 11 de abril de 2013 la tensión se trasladó al Congreso. "¡Se puede la devolución del 100% de nuestros ahorros! ¡Ladrones, ladrones!", espetaba una mujer acompañada por un denso grupo que tenía que ser desalojado por la seguridad del Hemiciclo. Finalmente, el Ministerio de Economía abrió un arbitraje con el que se permitiría recuperar el dinero, pero había que cumplir una serie de requisitos que solo consigueiron reunir 300.000 afectados.