Apatrullando Valencia
Pisos por 30.000 euros en primera línea de playa en Valencia, en el barrio del Cabanyal: "Llevan más de 80 años con que los van a tirar"
A pocos metros de una de las playas más icónicas de Valencia se encuentra este barrio de pescadores en el que se puede comprar un piso por solo 30.000 euros. "Aquí no hay drogas", asegura un vecino sin que nadie le pregunte al respecto.

Esther Alcázar se desplaza desde el puerto de Valencia hasta el cercano barrio del Cabanyal. "Todas estas casitas bajas que vemos aquí fueron en su momento de los pescadores, porque este barrio, en origen, siempre ha sido un barrio humilde", describe la reportera de Apatrullando.
Unos bloques amarillos dan la bienvenida a esta zona de la ciudad que no se incluye en la ruta de ninguna visita turística. "Hay una cosa muy extraña: hay pisos que se están vendiendo por 30.000 euros", cuenta. Algo impensable en cualquier otra ciudad española estando prácticamente en primera línea de playa. "Lo que está claro es que las vistas desde el tercero para arriba deben ser increíbles", opina.
Los pisos tienen una orden de derribo desde hace años. "Llevan desde hace más de 80 años diciendo que los van a tirar, pero luego nunca hacen nada", le cuenta un vecino. "Mucha gente ha dejado de comprar y los pisos han bajado mucho. Ya luego, si los tiran, no les pertenece nada". Esta es la situación de cinco de esos bloques. "No están en muy buen estado", puede comprobar Alcázar.
Una señora la invita a pasar a su hogar, situado en una planta muy alta sin ascensor. Su nieto acompaña a Esther a la terraza. Para llegar a ella, hay que colarse por un hueco del techo, para lo que es necesario utilizar una escalera de mano. "Tenéis la ciudad aquí a los pies", comenta ella, maravillada con lo que ve. "Sin pagar agua ni luz ni gas ni nada", presume el entrevistado, que evita responder cuando la reportera le pregunta por los okupas. "Yo le cuido el piso a un señor. Falleció su hermana y yo estoy ahí hasta que lo vendan", explica. Pero espera que eso no ocurra.
Los enganches a los cables de la luz y a las antenas sorprenden a la redactora: "Aquí hay mucho electricista, ¿no?". "Aquí hay salvajes, pero no hay nada de drogas", aclara sin que nadie le pregunte. "Siempre lo han dicho, pero nunca ha habido de eso", defiende.
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