Rafael Requena, meteorólogo del Estado, trabajaba en Zaragoza cuando se produjo la catástrofe del camping Las Nieves en la localidad oscense de Biescas. Relata que entre las tormentas de ese día, el 7 de agosto de 1996, una se quedó quedó "anclada, fija, durante dos horas" en un barranco contiguo a las instalaciones. "Por lo menos durante una hora no se movió del lugar", reitera el experto, quien recuerda que la mayor cantidad de precipitación se dio entre las 18 y 19 horas de la tarde.

Una de las víctimas de la tragedia relata, además, cómo vivió los cinco minutos previos al desastre. "No cayó lluvia torrencial sobre nosotros", asegura Sergio Murillo, quien perdió a sus padres y a sus dos hermanos aquel día. "A nosotros el agua no nos vino de arriba, sino que nos vino de la ladera, por eso no nos dio tiempo a prepararnos o a huir", rememora. Murillo describe cómo llovía al aparecer "la gran tormenta": "De repente, sin que incrementara el volumen de lluvia, empezó a bajar agua por la ladera", relata.