Los inmigrantes que tratan de llegar a Europa en busca de unos derechos que les fueron negados al nacer no lo tienen nada fácil. Una primera valla de seis metros de alto e inclinada en su parte superior para dificultar aún más el salto de los inmigrantes.

A partir ahí, métodos que podían escapar al respeto de los derechos humanos: concertinas arriba y abajo que pueden llegar a medir hasta seis centímetros. Y además, se suma una malla anti-trepa reforzada en los últimos meses a lo largo de los nueve kilómetros fronterizos.

Este sistema anti-trepa consiste en una alambrada tupida para evitar que los inmigrantes puedan valerse de los dedos para agarrarse o trepar. Pero las trabas no acaban ahí. A la valla anti-trepa le sigue la sirga tridimensional: una red de cables de acero que pretenden evitar que caminen hasta el último paso, una última valla similar a la primera pero con cámaras de seguridad.