El gran objetivo es que gobierne la lista más votada. La primera vuelta estaría ligada directamente a una prima de mayoría. Los populares pretenden dar una prima de escaños a los partidos que obtengan ventaja en las urnas.

Los límites son estos. Si una fuerza política obtiene más del 35% de los votos y una diferencia de cinco puntos sobre su rival inmediato, el sistema le otorgaría de forma automática, la mitad más uno de los concejales, es decir, la mayoría absoluta. También obtiene esa prima de mayoría si consigue más del 30% de los votos y una diferencia de 10 puntos sobre el siguiente más votado.

Pero ¿Qué pasa si nadie logra estos porcentajes, ni las distancias exigidas con sus rivales? Ahí es cuando entraría en juego la segunda vuelta, pero... sólo entre los partido más votados. Solo entre los que hayan conseguido un mínimo del 15% del voto.

En esta siguiente votación será alcalde directamente quien consiga un 40% del voto o si es menos, quien saque siete puntos de diferencia con el segundo. Automáticamente obtendría esa prima de mayoría.

El resto de ediles los reparte la oposición de forma proporcional en base al resultado de la primera vuelta. Y una última clave. Nada de coaliciones de partidos en segunda vuelta. Estarían "expresamente prohibidas las coaliciones o uniones de candidaturas".

Para terminar, si no se dan los supuestos de la segunda vuelta, el reparto de asientos en los ayuntamientos se haría con el sistema vigente y eso abriría la puerta a la búsqueda de pactos.

Son las claves de la reforma que pretende sacar adelante el PP y que ha recibido críticas de todos los frentes.