Con la declaración de emergencia sanitaria internacional por la viruela del mono inevitablemente algunos ya hemos pensado en la época de la pandemia. Pero los expertos nos recuerdan que nada tiene que ver esta alerta de la OMS con la que vivimos por el COVID-19. Este virus ni tiene una tasa de mortalidad tan alta ni se contagia tan fácilmente.
La primera gran diferencia es la capacidad de contagio. En el COVID-19 la transmisión era por vía aérea, lo que facilitaba, evidentemente, la diseminación del problema. Sin embargo, para contraer la viruela del mono, se necesita un contacto mucho más estrecho
Por eso, su propagación es más limitada. Al igual que la tasa de mortalidad. Aunque hay variantes más agresivas, la letalidad de la clado II es del 0,1% frente al 1,2% del COVID-19 cuando se declaró la emergencia pública internacional.
Otro elemento tranquilizador: el conocimiento previo de la enfermedad. Cuando apareció el COVID-19, no sabíamos nada de él, no había vacuna disponible. Y esa vacuna tuvo que crearse en tiempo récord, pero la viruela del mono es ya una vieja conocida: hay vacuna y también tratamientos antivirales.
Esta declaración de emergencia tiene un claro objetivo: enfatizar las medidas de prevención, de contención, de diagnóstico y de alerta. Sobre todo, en África, donde está el origen del problema, ya que no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente a la enfermedad.
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