El destino de Cayetana de Alba quedó claro nada más nacer. Lo hizo en un palacio, el de Liria, y fue atendida por el doctor Gregorio Marañón mientras, a unos metros, su padre estaba reunido con Ortega y Gasset. Sus padrinos fueron los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en una infancia marcada por la muerte de su madre y por los viajes al extranjero.

Fue educada en los mejores colegios de París y Londres y en esta ciudad sufrió los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Allí jugó con la futura reina Isabel y solía frecuentar la casa de su pariente, Winston Churchill. Entonces ya montaba a caballo y de vuelta a España debutó como rejoneadora.

A los 22 años se casó con el ingeniero Luis Martínez de Irujo, en lo que la prensa de la época catalogó como "la boda más cara del mundo". Costó 20 millones de pesetas y de la unión nacieron cinco hijos y para entonces, Jackie Kennedy, Grace Kelly o Lola Flores estaban entre sus amigas. "Me encanta el flamenco, siempre, desde muy joven", afirmaba.

Flamenco, toros y pintura. La duquesa siempre estuvo muy vinculada al mundo de la cultura. "Me encantan todos los impresionistas: Gauguin, Van Gogh..." Como aficionada y como musa. Siendo niña Zuloaga la pintó y Benlliure la esculpió. Eso sí, ya adulta se negó a posar desnuda para Picasso: "Yo soy muy imprevista".

Enviudó en 1972 y seis años después se casó con el exsacerdote Jesús Aguirre, el amor de su vida, como ella misma confesó años después de que él muriera.

Siempre vinculada a Sevilla, "mi ciudad", allí se casó por última vez en 2010 con el funcionario Alfonso Díez. Y desde allí se ha ido hoy. Ella, la noble con más títulos del mundo. Si Escocia se hubiera independizado con monarquía propia, Cayetana de Alba habría sido candidata al trono. Que le quiten lo bailao.