Las llamas devoran una finca de Ayora, en Valencia. Una cosechadora que trabajaba en un campo de cereal se sobrecalentaba y empezaba a arder sin que los trabajadores pudieran evitarlo. El fuego avanzaba sin piedad arrasando todo lo que encontraba a su paso.

En la finca se ha quedado la familia que la regenta y que trata de proteger sus bienes con improvisados cortafuegos. La noche ha sido larga para ellos y los más de 180 efectivos que han trabajado en la zona. Hasta allí se ha desplazado también casi un centenar de militares de la Unidad Militar de Emergencias.

A 500 metros de las llamas, un grupo de cien niños tuvo que ser desalojado de la granja escuela donde estaba de campamento. Ninguno de ellos ha sufrido daños, no podrán volver de momento a su campamento, se marchan a casa, cuatro días antes de lo previsto.

A pesar de que medios aéreos y terrestres han luchado contra las llamas, el fuego continúa descontrolado.

Es el segundo incendio que sufre Valencia en apenas una semana. Entonces fue Benaguasil el epicentro de las llamas. La investigación ha concluido que el fuego fue intencionado.

Según la media de las últimas dos décadas, cada año arden en España 120.000 hectáreas. En Valencia, por ejemplo, el año pasado ardieron más de 48.000.

Cada verano se complica más porque se cumple la regla del 30-30-30. Es decir, si la temperatura supera los 30º, el viento sobrepasa los 30 kilómetros por hora y hay menos de 30% de humedad relativa, la zona tiene todas las papeletas para un gran incendio.

Según el fondo mundial para la naturaleza la Comunidad Valencia es, tras Extremadura, la que menos planes de gestión forestal tiene, así que en 20 años ha ardido el 30% de la superficie forestal que tiene.