María lleva todo el día con una presión fuerte en el pecho, pero no le ha dado importancia. Entre el ritmo de trabajo, las cosas de casa y que le han llamado de la guardería no ha sacado tiempo para ir al médico. Ahora al dolor se le ha sumado una sensación de mareo y náuseas. El malestar es general y cuando decide acudir a consulta el diagnóstico es claro: ansiedad.
Pero María no necesita un ansiolítico, está sufriendo un infarto.
La historia de María es ficción, pero muestra un patrón construido en base a experiencias médicas. Es habitual que una mujer no sepa identificar los síntomas de un ataque al corazón y que se lo diagnostique mal. "Muchas veces se diagnostica artrosis o ansiedad y, en ocasiones, cuando llegan al hospital es tarde", reconoce Antonia Sambola, cardióloga en el hospital barcelonés Vall d'Hebron y coordinadora del Grupo de Trabajo de Mujeres en Cardiología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Lo que en un hombre se diagnostica rápidamente como un infarto agudo de miocardio, en una mujer no es tan sencillo ni para los profesionales ni para ellas mismas. En un ataque al corazón, además de la conocida opresión en el pecho (que puede irradiarse hacia el brazo izquierdo, la mandíbula, la nuca y/o la espalda) y malestar general, las mujeres tienen síntomas adicionales más intensos como sudoración, náuseas, vómitos y sensación de mareo. Puedes consultar todos los síntomas en la siguiente infografía de la campaña Mujeres por el Corazón.
Los sesgos de género en medicina son los culpables de que las mujeres no sean diagnosticadas correctamente, errores existentes tanto en el diagnóstico de las enfermedades y su posterior tratamiento como en la investigación de las mismas. Errores que pueden ser mortales.
En estos momentos, por ejemplo, la doctora Sambola está tratando a una paciente con insuficiencia cardiaca avanzada que "llevaba con dolores desde el mes de septiembre" y ahora está esperando un trasplante de corazón. Ella ha llegado a tiempo, pero podría no haberlo hecho.
"Se considera psicosomático cualquier problema que presente una mujer antes de que se demuestre lo contrario", critica Carme Valls, médica especialista en endocrinología y directora del programa 'Mujer Salud y Calidad de Vida' en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS) en Barcelona.
Se cree que el infarto es una enfermedad de hombres, pero no es así. "En mujeres lo llaman infartos atípicos, pero ¿cuál es el típico?, ¿el de los hombres?", reflexiona Mª Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública y coordinadora de la monografía 'Perspectiva de género en medicina' (2019).
El cuerpo masculino como patrón de estudio
Históricamente se ha analizado el cuerpo masculino como modelo de estudio y patrón terapéutico: "Se presuponía que estudiar al hombre era también estudiar a la mujer", explica Valls. Un hecho que ha provocado que las mujeres estén tan invisibilizadas en la medicina que ni ellas mismas conozcan los síntomas de sus propias patologías.
"Hasta 1990 se estudiaba el infarto en 15.000, 20.000 o 30.000 hombres, pero en ninguna mujer porque se creía que las mujeres no podían tener problemas de corazón", explica Valls, que recuerda que hace 30 años ella misma tenía que identificar las lesiones por violencia machista de las mujeres en el dibujo de un cuerpo masculino. Una anécdota que ilustra a la perfección el tratamiento de la salud femenina.
Las cosas han cambiado desde la década de los 90, pero la mayoría de investigaciones médicas se siguen realizando en el género masculino, ya se trate de humanos, animales, células o tejidos. Por eso muchos medicamentos o terapias son menos efectivas en las mujeres, como demuestra el proyecto de investigación de la Comisión Europea y la Universidad de Stanford: Gendered Innovations.
Las mujeres no son iguales que los hombres a la hora de enfermar, su cuerpo tiene otras características y eso también debería tenerse en cuenta en el uso de medicamentos. Al estar biológicamente preparadas para la maternidad, ellas suelen tener más grasa corporal y eso implica que los fármacos "se retengan más, tarden más en hacer efecto y cueste más excretarlos", explica Ruiz.
Existen medicinas, incluso psicofármacos, que a las mujeres les hacen efecto con una dosis más pequeña; la morfina es uno de ellos, pero hay muchos más. Sin embargo, todos se recetan de forma similar tanto en hombres como en mujeres: "La farmacogenética [respuesta de los individuos a los fármacos] de muchos medicamentos no se ha estudiado de forma diferencial", esclarece Valls.
Si vas a tratar a mujeres, tienes que estudiar a mujeres
"A mujeres y hombres nos igualan cuando no somos tan iguales. Anatómica y biológicamente somos diferentes, por lo que la patología también puede manifestarse de forma distinta", sentencia Ruiz.
Lo vemos con el infarto, pero sucede con al menos 700 patologías, según un estudio publicado en la revista Nature Communications en 2019. Ruiz explica que "solo en una, en la osteoporosis, es mayor el diagnóstico en mujeres. Porque se considera una enfermedad femenina".
También ocurre con la espondiloartritis, un tipo de artritis que afecta a la columna y a las articulaciones de brazos y piernas. La doctora Ruiz ha constatado que las mujeres tardan un promedio de tres años más que los hombres en ser diagnosticadas porque la enfermedad se expresa de manera distinta y no se ha investigado de forma diferencial.
La perspectiva de género en la salud no solo es beneficiosa para las mujeres, también lo es para los hombres. "Hay patologías en las que se piensa menos en hombres porque son más frecuentes en mujeres, y en esos casos son ellos los perjudicados", explica Ruiz.
Parece claro que, para saber en qué somos iguales o diferentes, hay que introducir a las mujeres en los estudios y, además, hay que hacerlo barajando todas las posibilidades. "Nuestras hormonas varían a lo largo del ciclo menstrual y eso va a tener reacciones cruzadas con los fármacos de los ensayos clínicos", explica Ruiz.
Todas las expertas consultadas abogan por una ciencia libre de estereotipos que tenga en cuenta a las mujeres. Parece evidente pensar que "si vas a tratar a mujeres, tienes que estudiar a mujeres", sentencia Valls. Está en juego la supervivencia de más de la mitad de la población.
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