Un hombre será condenado a ocho años y medio de cárcel por abusar sexualmente de su hija adoptiva durante años y siendo esta menor, según se ha acordado en el juicio celebrado este lunes en Cantabria, en el que el acusado ha admitido los hechos pero ha asegurado que hizo "lo que ella quería".

El procesado, que adoptó a la niña cuando esta tenía nueve años, ha admitido que le practicó tocamientos desde que ella tenía 13, aunque la Fiscalía mantiene que lo hizo desde el momento de la adopción. Posteriormente, la forzó a mantener relaciones sexuales completas hasta que cumplió 17.

Según su relato, estas acabaron cuando su hija le "dijo textualmente: 'Papi, ya no quiero mantener relaciones contigo'" y entonces "se acabó". "Hice lo que ella quería", ha alegado, para apostillar al respecto que "no fui yo el que provocó la situación, ni muchísimo menos".

El juicio, celebrado en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Cantabria, ha quedado visto para sentencia. Durante la sesión, la Fiscalía ha rebajado la pena de 12 años y seis meses de cárcel que solicitaba inicialmente a ocho años y medio, a los que se suman 18 años de prohibición de acercarse o comunicarse con la víctima y 10 más de libertad vigilada. Además, el agresor tendrá que someterse a un programa de educación sexual en prisión y deberá indemnizar a su hija con 75.000 euros.

Tanto la acusación particular como la defensa se han adherido a las modificaciones de la Fiscalía, que considera que los hechos constituyen un delito continuado de abusos sexuales con acceso carnal y agravado por la vulnerabilidad de la víctima y con abuso de superioridad.

Según el Ministerio Público, el agresor conseguía que la menor accediera a los contactos "diciéndole que tenían una relación muy especial" y consiguió que no se lo dijera nadie diciéndole que, si lo contaba, "se rompería la familia, a sabiendas de que para la chica tener una familia era muy importante habiendo carecido de una antes de ser adoptada".

El hombre ha admitido los hechos y ha pedido disculpas. "Me arrepiento total y absolutamente", ha indicado, aunque ha añadido que entiende "que no tiene perdón de Dios". La víctima, que recibe tratamiento psicológico desde el año pasado, sufre estrés postraumático en grado alto, según han corroborado los psicólogos y forenses en el juicio, como consecuencia de los abusos de su padre.