"Me llamo Ana y, hace unos años, fui violada. El agresor, a quien yo conocía, era en ese momento en quien más confiaba", así comienza a explicar Ana su relato en yotecreo.net. Fue violada en España en 2011, donde llegó "como una refugiada que tuvo que salir aprisa de su país, Guatemala, por encontrarse en el lugar y el momento equivocados".

Ana explica que no denunció inmediatamente porque le costó mucho contárselo a alguien. "Primero guardé silencio, tratando de comprender yo sola cómo algo así podía estar ocurriendo. Lloré mucho, me castigué, traté de apartarlo de mi cabeza y, al final, un día, fue incontenible: acudí a dos amigas y les conté lo que pude. El resto, lo que no fui capaz de expresar en palabras, lo dibujé", añade.

Y continúa: "Apoyada en esas amigas y en unas pocas personas más a las que mencioné lo sucedido, finalmente inicié un proceso judicial contra él. Aunque, la verdad, en todo momento sentí que quien estaba siendo juzgada era yo. Allí donde pensé que iba a encontrar justicia, me vi tan maltratada que desistí y abandoné el proceso.

Hoy vuelvo a contar aquí mi historia, con la distancia que da el tiempo, porque sé que hay más mujeres en mi situación a quienes puede llegar este relato y que necesitan saber que creemos en ellas, en su verdad".

El violador de Ana era su profesor de universidad, la persona con la que más confianza tenía en ese momento. "En la que fue mi primera experiencia sexual, me violó. Me obligó a llamarle 'amo' y a repetir que yo era 'su puta'. No cumplir sus órdenes conllevaba un castigo. Me hizo ver porno para aprender a practicarle felaciones. Después decidió 'acabar en alguno de mis agujeros', lo que resultó en una penetración por vía anal. Ató un cinturón alrededor de mi cuello, me hizo andar a cuatro patas, desnuda, y mirarme al espejo para reconocerme como 'su perra'".

En un primer momento no se atrevió a denunciar porque tenía "vergüenza" de sí misma. Sin embargo, al denunciar fue peor: "Finalmente, me hundió no sólo contemplar cómo creyeron su versión, en la que incluso llegó a negar todo, sino tener que tragar con prejuicios tales como que al tener estudios superiores o pertenecer a una asociación no podía haber sido violada".

"Así que volví a enterrar aquello de lo que ya había comenzado a liberarme y seguí con mi vida como pude. Ahora, me asusta imaginar a cuántas personas conocidas puede llegar este relato y los dibujos que tanto me ayudaron a expresar lo que no podía contar con palabras, pero también albergo la esperanza de que con ello pueda ayudar: a poner en contacto a otras mujeres en mi situación, a plantear que existen violaciones de las que nadie habla y, sobre todo, a decirles a todas las mujeres que han pasado por algo así, a todas las que han asumido una culpa inmerecida cuando un conocido las violó: 'Yo te creo'", concluye.