El primer ministro francés, Jean Castex, ha solicitado a los ciudadanos que sigan con las medidas de seguridad ante el coronavirus incluso en sus casas: distancia, manos y, sobre todo, mascarilla.

En Francia, el líder del Ejecutivo no ha sido el único en pedir que los ciudadanos se cubran también con sus convivientes. Un exdirector de Sanidad galo, William Dab, también lo pidió: "Comprendo que los institutos y escuelas permanezcan abiertos. Esta epidemia afecta de manera desigual a las distintas clases sociales y la pérdida de la escolarización tiene más consecuencias sobre las familias modestas", aseguró, por lo que es necesario que cuando se esté en casa, "mantengan la mascarilla".

Aunque suene a idea rara, el exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS, Daniel López-Acuña, asegura que "sería mucho mejor". "Es extraño, suena raro, hay que tomarlo como si fuera una fiesta de disfraces".

Ante el uso de la mascarilla en casa se abren tres escenarios: en primer lugar, llevarla con los convivientes, algo que los ciudadanos no comparten.

En segundo lugar, llevarla cuando se reciben visitas de amigos o de familiares que no forman parte de la burbuja, algo que los ciudadanos entrevistados consideran más normal.

Y por último, ponérsela solo cuando recibimos la visita de repartidores o de técnicos, que por su tarea se relacionan con más gente.

En resumen, según López-Acuña, "cualquier persona que viene de visita al domicilio y que está fuera de la burbuja del contacto habitual debería usar mascarilla".