Aplausos y un entonado 'cumpleaños feliz' sorprendían a Charo desde el ventanal que hay en el descansillo de su entrada a casa. Cumplía 80 años y, ni la complicada situación por la que pasan los vecinos de un bloque de la calle Charruca ni el confinamiento por la crisis de coronavirus impedían que la vecina de Tribunal, de 80 años, se emocionara el día de su cumpleaños. Sus vecinos habían conseguido organizarle una sorpresa tras un año muy complicado para ellos, pero en especial para Charo.

"Nosotros llevamos un tiempo con nuestro particular coronavirus": así comienza a explicar Nacho, uno de los residentes de la calle Charruca, en Madrid, cómo una enorme preocupación cayó de lleno el pasado verano en dicho bloque de viviendas, en el barrio madrileño de Tribunal.

A todos ellos les habían prometido que su alquiler era "para toda la vida" cuando, por aquel entonces, conocieron que la fundación Fusara, relacionada con la iglesia, había vendido a un entramado de sociedades ese y otros 13 de bloques de viviendas que ésta poseía en la capital española gracias a una herencia otorgada por una marquesa. Una herencia que no permitía la comercialización de los mismos.

Decenas de vecinos aprendieron desde entonces a vivir con la incertidumbre de no saber cuándo pueden obligarles a abandonar sus casas. "Si algo nos enseña esto es que hay que pasar al modelo más humanista, menos individualista", añade Nacho. Y es que la adversidad fue lo que unió a los vecinos de este edificio madrileño, generando un vínculo que ni siquiera el coronavirus ha logrado abatir.

La de Charo es tan solo una de las historias que guarda el interior de las cuatro paredes de cada uno de los 14 edificios que sufrieron la estafa. Según su vecino, en marzo se le acababa el contrato y, a pesar de que al no haber recibido ninguna notificación este año se le prorrogará automáticamente, "lleva un año muy difícil" y podría ser expulsada el año que viene, ya que "desde que su marido murió debía haber sido subrogada, pero tiene un contrato prorrogable de año en año".

Ese es, precisamente, motivo mayor para que sus vecinos no la dejen sola. "Llamo todos los días a Charo, le hago la compra. Ayer eran las 12 de la mañana y me dijo que no necesitaba nada", explica Nacho. Era su cumpleaños y, en plena crisis por coronavirus, el grupo de WhatsApp que los vecinos de Charruca habían utilizado para unir sus voces en la lucha contra la venta del bloque se convirtió por algunos momentos en un chat improvisado para la creación de una sorpresa.

"Escribí y dije que algo teníamos que hacer para felicitarla. Ahí surgió la idea de cantarla. Luego se me ocurrió la cosa de la tarta", continuaba el vecino. Una idea, ha explicado, nada fácil en pleno confinamiento: "La tarta se convirtió en un triste pastelito con una vela en una banqueta muy humilde". Entonces tocó el timbre y se apartó dos metros para evitar el contacto. Después, la emoción quedó capturada en un vídeo grabado por él mismo.

Los vecinos se asomaron en sus balcones para felicitarla y Charo, visiblemente emocionada, agradeció enormemente el gesto de una comunidad que ha demostrado que la mejor unión surge en los tiempos más difíciles.