Según las indagaciones del doctor, el origen de esta cifra data de las preparaciones de los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964, cuando una empresa japonesa comenzó a comercializar un podómetro que contaba los pasos dados al día, hasta un límite de 10.000.
La invención, que buscaba incentivar a la población a realizar más ejercicio, se llamó Manpo-Kei ("medidor de 10.000 pasos" en su traducción literal), y su creador limitó su estudio científico a estimar que la media de la población caminaba 4.000 pasos cada día y que doblar la cifra supondría la quema de unas 500 calorías extra.
Mosley puso en tela de juicio la teoría con un experimento desarrollado por el profesor Robert Copeland, especialista en el efecto de cambio de hábitos en salud pública de la Universidad de Sheffield Hallam (Inglaterra).
En este estudio, el científico comparó los efectos de aumentar el número de pasos con los de introducir tres paseos de 10 minutos a intensidad moderada al día. Copeland observó las analíticas de actividad de un grupo de apenas seis voluntarios, al cual dividió en dos equipos, uno con el objetivo de incorporar los 10.000 pasos en su rutina y el otro con el de dar tres paseos a un ritmo "que permitiera hablar pero no cantar" mientras caminaban.
Tres paseos de unos diez minutos suponen caminar unos tres kilómetros, según estimaron los profesionales, alrededor de 3.000 pasos, considerablemente menos que los sugeridos 10.000.
Los resultados, según Copeland, evidencian que aunque la distancia recorrida sea menor, el tiempo dedicado a la actividad física "de intensidad moderada" es mayor, y es este tipo de ejercicio el que tiene beneficios para la salud probados científicamente.
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