Su pareja la agredió física, psicológica y sexualmente durante más de diez años. La aisló completamente y le confiscó su sueldo. Su descripción de una década de maltrato ha hecho que los jueces que llevan su caso califiquen su testimonio como uno de los más desgarradores que han escuchado nunca.

Once años de malos tratos silenciados. Ella llegó a tatuarse corazones en su piel para tapar las marcas y heridas que le producían las astillas de los palos de escoba con la que su marido la golpeaba. "Iba cada dos por tres a comprar escobas porque cada dos por tres las partía sobre mi cuerpo", relata.

'Me tiraba una botella de Coca Cola encima para que me despertara y me decía: puta, esto no ha terminado'

"Había momentos en los que delante de mi hija me agredía y me tiraba una botella de Coca Cola encima para que me despertara y me decía: puta, esto no ha terminado", cuenta con crudeza la víctima. La suya es una historia de violencia continuada, de noches enteras a base de palizas.

A quien fuera su pareja le acaban de condenar a ocho años de cárcel, pero de momento sigue en libertad, puesto que ha recurrido su sentencia ante el Tribunal Supremo.

'La niña llorando y suplicando: 'para papá, para, que la vas a matar''

"Yo le he suplicado muchísimo. Que parara. Golpes, palizas, mordiscos, estirones de pelo arrastrándome por toda la casa... La niña llorando y suplicando: 'para papá, para, que la vas a matar'. Desmayarme en el suelo. Venir con una botella de Coca Cola de dos litros y tirármela por encima", relata.

Y su desgarrador testimonio continúa: "Iba al armario abriendo las puertas metiendo ruido. Cogía los siete cinturones que había para mí, eligiendo la hebilla: la más dura y más grande; festejando lo que iba a venir".

Ahora, su único deseo es que el hombre con quien compartió once años desaparezca de su vida y así de claro lo dejó en el juicio por malos tratos: "Yo no quiero venganza, solo quiero que se evapore. Me da igual que esté en las Bahamas con un daikiri, yo lo que quiero es que no vuelva".