Miran con asombro a sus nuevos vecinos, los de cuatro patas, que estrenan su propia playa. Y lo hacen tumbados en la toalla, revolcándose sobre las olas y correteando sobre la arena.

Como Nua y su dueño que hoy no han tenido que esconderse para disfrutar juntos del mar. "Siempre te tienes que ir un poco por ahí, que no te vean, que no te multen", ha asegurado el dueño del perro.

La iniciativa es un proyecto piloto que servirá de evaluación para volver a abrirla el año que viene y solo estará abierta a los bañistas caninos hasta el 25 de septiembre.

Se les ha habilitado un espacio, en el extremo del espigón de la playa de Llevant, en Barcelona. 1.200 metros cuadrados acotados por una valla de madera y con su propia pasarela de acceso para que los perros puedan pasear por la playa.

"Aquí no molestan a nadie", ha afirmado un bañista. El aforo es limitado para 100 perros, y solo pueden entrar aquellos que estén censados. Además, la zona cuenta con bebederos, papeleras y duchas para quitarse la sal antes de volver a casa.

Pero, no todos ven con buenos ojos esta nueva convivencia. Algunos vecinos, como han asegurado, no consideran que la medida sea muy apropiada porque "es una zona donde juegan mucho los niños" y no están seguros de que la playa siga siendo higiénica.

El consistorio garantiza que la arena se limpiará diariamente y analizará la calidad del agua. Además les recuerda que el espacio es muy pequeño. "Solo significa un 0,2% del total de la playa", ha afirmado Eva Herrero, miembro de la Comisión de Ecología del Ayuntamiento de Barcelona.