Casi tres décadas de lucha, de marchas, de protestas de casi 40 kilómetros para que no les derriben sus casas. "En cualquier momento puede ser que nos digan saliros que vienen las palas", asegura un vecino afectado.
Su lema es 'Ahora o nunca', porque es la última protesta que hacen. Algunos vecinos son ya muy mayores, no aguantan el ritmo y hacen las caminatas en coche.
Desde el Gobierno aseguran que hacen todo lo posible. Se aprobaron dos leyes para que las sentencias de derribo no se ejecutasen, pero fueron declaradas inconstitucionales.
Ahora sólo queda esperar a que los ayuntamientos aprueben sus Planes de Urbanismo y decidan si hay que derribar o no.
Ellos no tiran la toalla. "El que no hagamos esfuerzos físicos no quiere decir que no estemos en activo y sigamos luchando", asegura Ciriaco García, vicepresidente de la Asociación Maltratados por la Administración.
Sólo piden terminar sus días en los que han sido sus hogares durante toda su vida.
Otro gasto más
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