"La bióloga está salida como una perra, lo que necesita es un buen pollazo a ver si se espabila" o "te estás poniendo gordita para que llegues a tu casa y te folle tu novio". Son algunos de los repugnantes comentarios machistas a los que se enfrentan algunas de las mujeres que trabajan en los barcos del CSIC, la mayor institución estatal de investigación.
"Instigaron a la tripulación: 'La bióloga está durmiendo, ahora mismo podéis ir y echaros encima de ella que no se va a enterar'", cuenta una de las víctimas. Ella es observadora científica en estos buques oceanográficos y durante los cinco meses que duró su última campaña tuvo que soportar el acoso del patrón y del jefe de máquinas: "Cosificándome, aludiendo a mi cuerpo, a mi cara, a mi culo…", subraya.
Lo peor para ella es sin duda convivir con sus acosadores en medio del mar, porque "se llegan a puntos muy altos de ansiedad". Era la única mujer a bordo, comunicó lo ocurrido a la empresa y esta lo resolvió con una sanción leve. "Sienten que en alta mar no hay ley y la ley la imponen ellos", lamenta esta bióloga.
El año pasado, desapareció una tripulante en alta mar en extrañas circunstancias: había denunciado un caso de acoso y su familia pide que se depuren responsabilidades. En los últimos cinco años, el CSIC ha tramitado 12 denuncias por acoso sexual y tres han acabado en sanción disciplinaria.
Otra víctima relata cómo la humillaba el capitán del barco: "Se metía con mi culo. Me dice: 'Bueno, podemos llegar a tener algo tú y yo, podemos hacer la cucharita si no quieres hacer nada más'", recuerda.
Cuando la obligaron a volver a embarcar con él, esta tripulante decidió denunciarlo en el juzgado: "Por suerte tuve testigos y fue cuando me vi animada por ellos también, porque en el momento dices 'bueno', lo dejas pasar…", relata.
Por su parte, desde el CSIC apuntan a que están mejorando su protocolo contra el acoso con medidas específicas para los buques oceanográficos.
"Le habían lavado el cerebro"
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El contexto Adriana di Gerónimo se enteró de que su hermana estaba recluida en una congregación católica que había recibido denuncias por abusos sexuales. Al recibir la noticia, no dudó en dirigirse a Manresa para ayudarla.