Los estragos del coronavirus ya los notan las aguas y el marisco de la Ría de Arousa, en Galicia. Entre las almejas y el berberecho ya es habitual encontrarse mascarillas, un desperdicio que se suma a la -por desgracia- tradicional basura que cada año limpian las mariscadoras.

"Te fastidia porque tampoco cuesta tanto trabajo recoger", expresa, indignada, Margot Mougán, una de las mariscadoras que esta mañana han llenado sus capazos de basura para permitir que el marisco crezca más sano y en mejores condiciones.

Zapatos, cuerdas, telas, botellas... Sus cestos albergan todo tipo de residuos que pueden ser perjudiciales para las especies acuáticas. Lo resume la presidenta de las mariscadoras de A Illa, María del Carmen Dios: "Cuando una pieza de plástico es muy grande, al depositarse en el fondo y quedar mezclada con la arena, todo lo que hay debajo se va a morir. Se va a descomponiendo y quedan microplásticos".

Pero este año las mariscadoras no se han visto solas en la recogida y la limpieza de las playas: más de 160 voluntarios de asociaciones de todo tipo y de los colegios de la zona se han puesto manos a la obra.

Entre ellos, la Asociación Autismo Bata. Acudir a limpiar las playas permite a sus miembros, a juicio su colaborador Nacho Rey, "que se sientan ciudadanos. Tienen necesidades de apoyo, pero pueden contribuir".

El problema medioambiental que suponen los residuos en la ría no es baladí: no solo para los animales, sino también para un negocio del que dependen miles de personas.

"Si hablamos a nivel de la Ría de Arousa, somos 1.357 embarcaciones que se dedican al marisqueo a flote y 1.500 mariscadoras", detalla el patrón mayor de A Illa, Juan José Millán. Unas cifras que dan cuenta de la importancia de no tirar los plásticos en cualquier sitio.