Seynes les Alpes es un pueblo de postal, y precisamente por eso su belleza es lo único que le permite ganarse la vida. "El turismo aquí lo es todo, vivimos de ello", asegura María Fernández, una vecina del pueblo.
Por eso, cuando ocurrió el accidente, muchos temieron que su nombre quedase maldito. Pero en vez de lamentarse, se pusieron a trabajar.
Su entrega ha conquistado a los medios. "Hemos tenido medios de comunicación de todo tipo, pero toda la prensa ha sido unánime con la belleza de nuestro valle", comenta Agnes Prada, propietaria de una tienda de souvenirs.
Ríos donde practicar deportes de verano, estaciones de esquí o bungalows pensados para esquiadores en plenos alpes franceses son algunos de los atractivos turísticos de la zona.
Algunos como Gilles, dueño de un restaurante, creen que el accidente atraerá a viajeros porque se ha dado a conocer el pueblo por la repercusión de lo sucedido. "Hemos tenido unos 200 cubiertos al día, cuando en temporada alta lo normal son 50 o 60", cuenta Gilles Ripert.
En poco tiempo está prevista la construcción de una plataforma para observar el lugar del accidente. Al final, en vez de estigmatizada, la localidad de Seynes les Alpes puede convertirse para las víctimas en un lugar de peregrinación.