No se esperaban tantos violentos y tan bien preparados. El error número uno en el dispositivo policial del 22M fue la mala planificación. Según sindicatos, los violentos se posicionaron en la cola de la manifestación aislando a un grupo de agentes. En el momento clave de los disturbios, no se enviaron a los efectivos necesarios para atajar la situación.

La tardanza en dar la orden de apoyo es el error número dos. Fueron 30 segundos interminables hasta que se transmitió la orden de ir a auxiliar a los compañeros acorralados. Los agentes llegaron a ser atacados hasta con señales de tráfico.

La mala distribución de los efectivos es otro de los errores que se cometieron. Cómo pudieron 400 violentos poner contra las cuerdas a 1.700 antidisturbios. Se repartieron por zonas calientes en las que no pasó nada como Génova o Cibeles, y no se tuvo la rapidez de moverles para ayudar a sus compañeros en peligro.

Según sindicatos contaban con otro lastres: la orden de aguantar. Policías estáticos y con apenas material antidisturbios. Los sindicatos denuncian, además, la descoordinación con otros cuerpos.

Entre tanto caos, una ausencia: la del mejor estratega antidisturbios, Javier Noguerales. Experto y respetado, recién destinado en Melilla. Una orquesta de errores en la que los agentes se sintieron sin director.