La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, junto con otros nueve presidentes de parlamentos de diferentes países europeos, ha envíado una carta a diferentes mandatarios de instituciones de la Unión Europea en la que se pide un esfuerzo para hacer frente a la lucha contra el coronavirus. Una petición que se produce después del fracaso de la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea, que ha concluido sin ningún acuerdo sobre las medidas.

La misiva ha sido remitida a Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, Adrej Plenkovic, presidente del Consejo de la Unión Europea, David-Maria Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y a Mario Centeno, presidente del Eurogrupo.

En ella apuntan que más allá de garantizar la estabilidad de la unión económica y monetaria y de garantizar el adecuado funcionamiento del mercado interior, piden "demostrar que en esta fase tan difícil, la Unión Europea junto con sus estados miembros" esté comprometida en ofrecer una respuesta rápida y concreta a las necesidades de todos los pueblos europeos.

En el texto también se hace mención al "espíritu de solidadridad que fundamenta la integración europea" para promover una "movilización inusitada de recursos" para luchar contra la pandemia. Esta es la carta íntegra:

El trágico brote del COVID-19, con el gravísimo impacto que está produciendo en nuestros sistemas sanitarios, económicos y sociales, constituye un fenómeno impredecible e inédito por su dimensión global, y ha trastocado todos los hábitos y pautas de vida de nuestras comunidades.

Nos encontramos frente a un enemigo del que sabemos muy poco, aparte del peligro que supone para la vida humana y para el bienestar de nuestras sociedades.

Aún es imposible cuantificar el coste de la pandemia, ni su duración, pero ya se constata que los efectos de la paralización de los movimientos, del comercio y de la mayor parte de las actividades económicas repercuten de forma aguda en la experiencia cotidiana de todos los ciudadanos de un continente al que la pandemia ha golpeado con especial fuerza.

El riesgo de pérdida de un número tan alto de empleos, el cierre definitivo de tantas empresas y la creciente marginalización de amplios sectores de nuestra población son patentes: todo ello puede crear un descontento y un nivel de frustración que podrían socavar nuestros sistemas democráticos.

Tanto la Unión Europea como los países que la conforman están llamados a realizar un esfuerzo excepcional para atajar y compensar las consecuencias más dramáticas de la pandemia. La amplitud de los recursos que se están desplegando en otros países a tal fin nos debe animar a trabajar para dar una respuesta lo más coordinada y conjunta que se pueda para evitar que Europa esté menos equipada de lo que debiera.

Las instituciones de la UE han adoptado ya importantes medidas y preparan la aplicación de otras muchas que complementarán los esfuerzos que están realizando individualmente nuestros miembros.

La gravedad de la situación, descrita por los Jefes de Estado y de Gobierno de nuestros países en su carta del 25 de marzo, requiere, si se respeta el espíritu de solidaridad que fundamenta la integración europea, una movilización inusitada de recursos, especialmente en la Eurozona.

En particular resulta necesario garantizar que nuestros países dispongan de una financiación estable, sostenible y sostenida destinada a paliar los perjuicios que cause la pandemia, incluidas las inversiones que permitirán desarrollar una estrategia industrial para Europa.

En este sentido, es capital explorar todas las posibilidades y oportunidades que brinden las ideas viables, incluido, entre otros, el uso de instrumentos financieros o de un fondo de solidaridad emitido por una institución u organismo de la UE con el fin de captar recursos e inversiones en beneficio de todos los Estados miembros.

Lo que debe prevalecer es en este caso la evaluación objetiva de los resultados a fin de maximizar los recursos e inversiones que se pudieran movilizar en el combate contra el COVID-19.

En nuestro razonamiento y nuestras acciones deberíamos tener visión de futuro, tomando como referencia los principios de solidaridad y cooperación en el compartir que inspiraron el nacimiento de la Unión Europea. Por ello, hemos buscado llegar a un acuerdo sólido entre los distintos puntos de vista e intereses de los Estados miembros. Los que están en primera línea en estos tiempos difíciles, aquellos que están haciendo enormes sacrificios, es decir, los trabajadores, las familias y toda nuestra comunidad europea, aguardan una respuesta eficaz que proceda de la implicación, la cohesión y la cooperación.

Más allá de garantizar la esencial estabilidad de la Unión Económica y Monetaria y de garantizar el adecuado funcionamiento del mercado interior, necesitamos demostrar que en esta fase tan difícil la Unión Europea, junto con todos sus Estados miembros, está comprometida en ofrecer una respuesta rápida y concreta a las expectativas y necesidades de nuestros pueblos, que no quiere dejar a nadie atrás y que trabaja en la conformación de un futuro común.

Además, es esencial desarrollar la soberanía industrial en Europa, especialmente en la producción de bienes y materiales esenciales en el ámbito de la salud pública, así como coordinar entre todos los Estados miembros la activación de mecanismos de solidaridad frente a futuras pandemias. También hay que mantener un diálogo franco con los países no pertenecientes a la UE para fomentar la seguridad alimentaria y solicitar el cumplimiento de estándares sanitarios similares a los aplicados dentro de la Unión Europea que permitan prevenir la emergencia y difusión de nuevas pandemias.

En el intercambio de opiniones que actualmente se produce sobre estas cuestiones resulta esencial que participen también los parlamentos, en su calidad de instituciones representativas, y la más alta expresión de democracia y de las necesidades y aspiraciones de los pueblos.

Nuestras cámaras parlamentarias, cada una con su sistema constitucional y según sus reglamentos, están contribuyendo a adoptar medidas extraordinarias para contener la pandemia, reforzar nuestros sistemas sanitarios y garantizar la producción y distribución de los bienes y servicios esenciales con el fin de limitar el impacto negativo de este fenómeno sobre el empleo y la economía. Creemos que es de capital importancia que los parlamentos nacionales desempeñen también un papel activo en la definición de soluciones adecuadas en el nivel europeo que garanticen que podemos superar esta situación de emergencia que pone en peligro la protección nuestros valores comunes, derechos fundamentales y la solidez misma de nuestros modelos sociales.

En la seguridad de que podremos contar con su participación, reciba nuestros mejores saludos.