El Ayuntamiento de Manuela Carmena es el primero que ha recibido a las familias de presos españoles en el extranjero, una reunión esperanzadora. Sólo en madrid hay más de 200 casos. El presidente de la Fundación +34, Javier Casado, explica que lo que quieren es "que se pueda amparar y enviar ayuda directa a los madrileños que están en situaciones difíciles, sobre todo en países de América del Sur".
En una de esas cárceles acabó un camionero que llevaba seis años en el dique seco y que se la jugó pasando cocaína. En el aeropuerto de Lima firmaba su descenso a las temibles cárceles de Perú, y nunca ascendió, aunque pidió ayuda murió entre rejas necesitado de todo.
Los 1.735 presos españoles en el extranjero sufren una doble condena, la del delito y la de unas cárceles en las que en demasiadas ocasiones los derechos humanos son una quimera. Por eso piden más fondos que de momento sólo pone Exteriores, porque en las cárceles como Ancon 2 o Sarita Colonia, en Perú, sin dinero, el mal trago puede ser mortal.
También el dinero agiliza lo primordial, traerles de vuelta a casa. En eso está Pilar, su marido se arruinó con el pinchazo inmobiliario y decidió jugársela, siete kilos, siete años y medio de cárcel. Pilar, una de las pocas que se atreve a hablar por miedo a represalias, esperan ahora el fina de un túnel que ya dura más de tres años, y que Santos acabe su condena en Madrid.