Nunca nadie recuerda un día en que, en los pasillos de la vallecana Asamblea de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso y el naranja Ignacio Aguado rieran juntos, sin tensiones, sin agenda política de por medio o focos. Su relación, fraguada al calor del nuevo multipartidismo, obligada en pos de un bien superior, el gobierno, nunca gozó de sintonía personal.

Tanto Ayuso como Aguado eran conscientes de que lo suyo era un matrimonio de conveniencia y lo aceptaron de buen grado. La afinidad que se sentía entre sus dos partidos era algo totalmente ajeno a ellos, pero, a la hora de la verdad, no importó. Ambos sabían que estaban condenados a entenderse.

Aunque pronto, muy pronto, comenzaron los roces. Las chispas no paraban de saltar, sí, aunque los ciclos electorales, con comicios en bucle desde que aquellas elecciones andaluzas de 2018 y la necesidad de gestión como parte de una estrategia aún mayor, sumada a la llegada de la pandemia, consiguieron apaciguar los ánimos. Hasta ahora.

Una traición esperada por ambas partes

"No sé dónde acabaría la lista de desavencencias", suspiran fuentes de Ciudadanos en conversación con laSexta.com. En el PP estaban cansados de tener al enemigo, al que temían como a una vara verde, en casa. Sobrevolaba el espíritu de la traición, aunque no llegara a consumarse.

Pero este martes, con el simple aleteo de una mariposa en Murcia, la moción de censura presentada para descabezar de la presidencia de la Región al popular Fernando López Miras, urdida mano a mano entre el PSOE y Ciudadanos, desencadenó la tormenta, que llevaba fraguándose desde el inicio. De repente, un anuncio: la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno -a cargo del en ese momento vicepresidente Aguado- se suspendía. Comenzaron a sonar los tambores y llegó la explosión: Isabel Díaz Ayuso había firmado el decreto de disolución del parlamento madrileño y convocaba elecciones anticipadas.

"Un único equipo" en sus inicios

Ya nada quedaba del "un equipo, un único equipo", que había bautizado y enfatizado Ayuso en su discurso de investidura al frente del Gobierno de la Comunidad. Un ejecutivo bicolor -por primera vez en la historia de la autonomía-, una plantilla con rostros de PP y Ciudadanos casi por igual ratio.

Del lado de Cs los términos se solapaban cuando aún no era ni el mediodía. Mientras el propio Aguado hablaba de "dimisión" de la presidenta madrileña -algo que no tenía demasiado sentido, dado que eso le colocaba a él como presidente de facto-, el equipo de Ayuso anunciaba que sí, que se disolvía el parlamento y que los madrileños acudirían a las urnas el 4 de mayo.

Momentos después, y tras conocerse los planes de los populares, Más Madrid y el PSOE madrileño intentaban cuadrar el círculo y parar las elecciones anticipadas al tiempo que arrebataban el gobierno al PP: registrar sendas mociones de censura. Ayuso aprovechaba y cesaba a todos los consejeros naranjas. Y dejaba claro que está dispuesta a llegar hasta el final, hasta los tribunales, para defender la prevalencia de su decisión.

Jugada tras jugada

Lo cierto es que todo comenzó viciado. Tras 25 años con el poder de la Comunidad de Madrid, el PP experimentó cómo el que era hasta ese momento su titular al frente de Sol, Ángel Garrido, se cambiaba de filas al no haber conseguido el ticket electoral, que Pablo Casado prefirió para Ayuso.

Aquello cimentó la base de una relación inestable, tormentosa, mala entre ambos líderes, entre presidenta y vicepresidente. Y cuando Ayuso nombró jefe de gabinete al exsecretario de Estado de Comunicación Miguel Ángel Rodríguez, los cuchillos volvieron a afilarse. En público. Delante de todos los electores.

Aunque su origen estuvo casi en la génesis de la legislatura madrileña. Apenas el Ejecutivo echó a andar, en septiembre de 2019, se perpetró la segunda traición, a ojos populares. La izquierda madrileña solicitó una comisión de investigación en la Asamblea vallecana sobre Avalmadrid, poniendo en el centro del foco las informaciones que se vertían sobre la concesión de un crédito financiero al fallecido padre de la presidenta cuando ella ya estaba en política, sí, pero de segunda fila.

Ciudadanos se sumó a aquello que la propia Ayuso consideró un "circo" y los naranjas se defendieron, arguyendo que ellos estaban para esclarecer las cuentas públicas y enarbolar la bandera de la transparencia y regeneración. Pero el cisma ya estaba creado.

La pandemia ahondó en el cisma

Y de aquellos polvos, estos lodos. La tensión ha sido una constante en la Puerta del Sol, en la Real Casa de Correos, sede del gobierno madrileño, y la pandemia agravó todo. "Durante la pandemia nos dejaron sin ruedas de prensa hasta que el tema saltó en medios", se quejan fuentes cercanas al vicepresidente en conversación con esta cadena.

"Hoy nos han vetado la rueda de prensa posterior al consejo de Gobierno de manera unilateral, pero detrás hay infinidad de leyes presentadas sin consultar, desplantes constantes a Ignacio, desautorizaciones de sus opiniones -cosa que no se puede desautorizar-", reclaman los naranjas.

Los reproches son una constante también en las filas populares. "Ellos, recientemente, presentaron una proposición de ley para obligar a la Comunidad de Madrid a prorrogar los gastos de Telemadrid, con el contrato programa extinguido", rememora una diputada popular en conversación con este medio. "Por no hablar de su gestión con las residencias y el lío de Reyero [el anterior consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, tuvo un encontronazo con su homólogo de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero. Finalmente, Reyero terminó dimitiendo]".

Roommate y el "error humano"

Tampoco se olvida el episodio del apartamento en el que pasó la enfermedad, cuarentena y parte del confinamiento la presidenta Ayuso, de la cadena RoomMate. Aquel conflicto entre ambos partidos terminó con el cese del secretario general técnico de Políticas Sociales, Miguel Ángel Jiménez, un cargo de Cs.

Lo cierto es que en el PP sospecharon cuando, tras aducir un "error humano", el Portal de Transparencia de Madrid publicó una partida de más de 800.000 euros para Room Mate, destinada a la adaptación de sus hoteles para afrontar precisamente el colapso de pacientes.

En los últimos tiempos la orquesta del Titanic seguía sonando, a pesar de que el fantasma de la aprobación de los presupuestos autonómicos -y sus concesiones a Vox, con las que tendría que tragar Ciudadanos- merodeaba por Sol. Parecía que se salvaba el escollo, a ojos de los naranjas, aunque las fricciones crecían porque consideraban que Ayuso estaba gobernando "como si tuviera mayoría absoluta" y ella misma lo estuviera boicoteando.

Pero la puntilla final estaba a punto de llegar: todo sucedió en cuestión de horas. Cuando parecía que todo amainaba, se desató la tormenta final. Ayuso disuelve la Asamblea, la Mesa -presidida por Cs- calificaba las mociones de censura presentadas y, ahora, a todas luces, este matrimonio roto acabará como todos los demás: en los tribunales.