Las lluvias torrenciales en Nueva York han colapsado la ciudad, en estado de alerta. El sistema de alcantarillado no ha resistido la cantidad de agua. Tampoco el metro, que ha quedado interrumpido. Las paredes de las estaciones se han inundado de tal forma que parecía que iban a reventar en cualquier momento.

La Gran Manzana también se ha convertido en una piscina gigante al aire libre. En Brooklyn las precipitaciones han descargado hasta 150 litros por metro cuadrado, convirtiendo autobuses en auténticas peceras, como se puede ver en el vídeo de portada.

Bomberos y policías buscan en estos momentos posibles víctimas que pudiesen estar atrapadas en sus casas, cuenta Douglas Stiller, el jefe de operaciones especiales del condado de Westchester.

La furia de Ophelia ha arrancado árboles de cuajo haciendo visible su peligrosidad. Por eso se ha declarado el estado de emergencia en toda la ciudad de Nueva York. "Es un momento de mayor alerta. Extrememos la precaución", advertía este viernes el alcalde de Nueva York, Erid Adams.

A pesar de las advertencias, muchos imprudentes han salido a la calle intentando luchar contra viento y marea. "Acaba de pasar un coche de policía advirtiendo que no crucemos la calle porque es muy peligroso", reconoce un vecino en la calle.

Algunos han tenido que ser rescatados en el último segundo, como un conductor que ha sido llevado a hombros por un bombero. La tormenta tropical está dejando imágenes surrealistas, pero también simpáticas, como las de unas focas nadando en mitad de Central Park.