El candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Willard Mitt Romney (Detroit, Michigan, 1947) llegará a las elecciones del próximo martes en situación de empate técnico con el presidente, Barack Obama, en lo que al voto popular se refiere y cuenta con posibilidades de volcar a su favor un importante número de estados indecisos.

Romney llega con opciones a pesar de su inconsistente política y de duros golpes recibidos durante la campaña electoral, comenzando por la divulgación de un vídeo en el que tachó de "victimista" al electorado demócrata, al que dio virtualmente por perdido. Sin embargo, el candidato ha aprovechado al máximo sus triunfos en campaña, en particular por su notable intervención en el primer debate televisado frente a Barack Obama, que ha dinamizado al electorado republicano.

Sus oponentes le acusan de no tener una posición definida pero desde el principio de su campaña, Romney se ha guiado por una idea fundamental: los esfuerzos realizados por Barack Obama han sido insuficientes y es necesario un cambio de rumbo que no requiera una subida de impuestos, como propone su oponente.

Los ajustes que propone Romney están relacionados con la disminución del tamaño del Gobierno, comenzando por la eliminación del "laberínticos" sistemas federales como el de formación profesional.

Romney, quien resultó derrotado en las primarias de hace cuatro años por John McCain, se convirtió en candidato republicano tras emerger victorioso de una criba condicionada por la presencia de candidatos del movimiento Tea Party, a quienes derrotó por experiencia y capacidad económica, resultante de meses de negociación con donantes.

"Nunca lo hace genial, pero nunca lo hace mal"

El candidato construyó una red de financiación a nivel nacional que le permitió invertir 10 veces más dinero que su rival directo, Rick Santorum, en las primarias de Ohio el pasado 6 de marzo. Sus contendientes se rindieron por puro agotamiento económico.

Indefinición
La campaña de Obama ha intentado trasladar a los votantes la percepción de que Romney no es un hombre constante y suele tergiversar las decisiones y las declaraciones de su rival, una característica ratificada por numerosos medios dedicados al contraste de datos.

Esto se hizo especialmente palpable durante el segundo debate, el pasado 16 de octubre, cuando Romney aseguró erróneamente que Obama había tardado en condenar el ataque contra el Consulado de Estados Unidos en Benghazi, un desliz en el que insistió hasta que la propia moderadora del careo se vio obligada a corregirle.

Salido de la jungla de las primarias, Romney ha moderado exageradamente su posición en materia de impuestos, regulaciones para Wall Street, cuidados médicos o la retirada de las tropas de Afganistán. El asesor Tad Devine considera que Romney, de triunfar, sería un presidente que "primero averiguará qué decisión le beneficia más en el terreno político y después actuará sobre ese cálculo".

Romney sigue obteniendo réditos por su victoria en el primer debate presidencial televisado del pasado 3 de octubre, en el que puso a Obama a la defensiva. El éxito entre el electorado republicano fue tal que su menor rendimiento en los encuentros posteriores no parece haber afectado a sus opciones. "Es un jugador muy regular", explicó el asesor republicano Ed Rogers. "Nunca lo hace genial, pero nunca lo hace mal", indicó.