La 'Fundación Pau Costa' ha arrojado datos devastadores sobre la influencia de los incendios de Australia en el cambio climático. El país de Oceanía arde desde hace más de seis meses, y lo hace de forma alarmante.

Según la fundación española, ya se han emitido 400 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, lo que equivale a toda la industria de Reino Unido funcionando a pleno rendimiento durante un año entero. Cada una de las toneladas tardará más de 200 años en disiparse.

Además, el estudio apunta a que las llamas, que han podido alcanzar hasta 70 metros de altura, están generando un clima propio que está afectando de manera notable a la biodiversidad. Y avisan: en un periodo de 20 a 30 años, 'macroincendios' como el que asola la gran isla podrían estar produciéndose desde Navarra hasta Cataluña.

El auge de los 'macroincendios' devasta la Tierra

El Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales asegura que los 'macroaincendios' se están produciendo con "más frecuencia e intensidad" en todo el planeta. Se trata de incendios forestales fuera de capacidad de extinción, y para los que hoy por hoy, afirman, "no existen ni medios técnicos ni humanos, a nivel cuantitativo y cualitativo, que puedan enfrentarse y apagar. La ciudadanía lo tiene que saber".

Por ello, afirman que se trata de incendios muy peligrosos para las personas y el clima, ya no solo por la extensión de los mismos, sino porque cada vez más afectan a urbanizaciones o poblaciones que están rodeadas de vegetación. Es el caso de los incendios en Australia, que ya calcinaron más de 10 millones de hectáreas (superficie similar a la que tienen países como Portugal o Islandia) en el primer mes de verano.

Solo en 2019 han ardido más de 5 millones de hectáreas en Bolivia, 3 millones de hectáreas en Rusia (en la taiga de Siberia) y más de 2,5 millones de hectáreas en la Amazonía brasileña. A esta superficie hay que añadir caso otro millón de hectáreas devastadas en los incendios forestales de 2018 y 2019 en California (Estados Unidos), con 93 muertos, más de 25.000 viviendas destruidas y pérdidas económicas que superan los 23.000 millones de euros.

Ante esta realidad, piden "escuchar a los que saben y cambiar de manera radical las políticas y modelos de gestión forestal" que, a su juicio, debe estar enfocada a aumentar la resistencia al fuego de las masas forestales y su adaptación a los cambios que se avecinan, además de recuperar la vegetación quemada, ya que la pérdida de sumideros de CO2 es un aspecto crítico que supone más del 75%en pérdida de secuestro de carbono.