El duelo imposible

Gaza ya no tiene dónde enterrar a sus muertos: los cadáveres se amontonan en las calles mientras Israel sigue bombardeando

¿Qué está pasando? Los cementerios están llenos o han sido destruidos por los ataques. Las familias improvisan entierros mientras intentan sobrevivir a las evacuaciones forzadas y el bloqueo a los equipos de rescate.

Un hombre llora ante los cadáveres en el hospital Al-Shifa de la ciudad de Gaza
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No hay sitio. No hay tiempo. Y muchas veces, tampoco hay nadie que los entierre. Gaza vive una tragedia que ya no se puede contar solo con cifras. No hay espacio, ni para los vivos, ni para los muertos. Los cementerios están llenos, destruidos o directamente inaccesibles. Y los cadáveres, muchos de ellos niños, acaban tendidos en mitad de la calle, mientras las familias buscan desesperadas un rincón donde dejarlos.

Las imágenes de hoy vuelven a helar la sangre. En una de ellas, un hombre sujeta entre sus brazos a un niño completamente calcinado. Su cuerpo es apenas reconocible. Es la cara más dura de una guerra que, desde hace meses, no distingue entre combatientes y civiles. Y es también la imagen que Israel sigue utilizando para justificar sus ataques, asegurando que lucha contra el terrorismo. Pero lo que el mundo ve es otra cosa: cuerpos, ruinas, dolor.

Ya casi nos sabemos de memoria los nombres de los campos de refugiados más golpeados: Nuseirat, Al Mawasi, Al Shati… En este último, esta misma mañana, los cadáveres de varios niños eran colocados en fila sobre el suelo. En fila, como si fueran solo números. Como si no fueran hijos, hermanos, alumnos, amigos.

Con la primera luz del día, los equipos de rescate intentan sacar a los heridos de debajo de los escombros. Pero la ayuda no siempre llega. Israel, según denuncian varias organizaciones, bloquea el paso a las ambulancias y a los rescatistas. El resultado: cuando consiguen entrar, casi todos ya han muerto. Como Hala e Ibrahim, dos jóvenes que pidieron ayuda por redes sociales. Murieron esperando a que les dejaran entrar.

Y cuando, con suerte, se puede recuperar un cuerpo, llega el siguiente problema: ¿Dónde lo entierran? Ya no hay tumbas. Ya no hay sitio. Muchas veces, los entierran en patios, en parques, en la misma calle. O ni siquiera pueden hacerlo. Algunas tumbas improvisadas han sido exhumadas por el ejército. "Había enterrado a mi hijo aquí con mis propias manos", dice una madre destrozada, señalando un agujero vacío.

La ONU calcula que cada día diez niños pierden una pierna, o las dos, víctimas de las bombas y la falta de atención médica. Es una generación marcada para siempre.

Y mientras tanto, las negociaciones para un alto el fuego en Doha no avanzan. La guerra sigue. Las bombas caen. Y en Gaza, los muertos ya no tienen ni cementerio.