No es lo primero que se viene a la cabeza al pensar en Corea del Norte, desde luego: kilómetros y kilómetros de nieve virgen, pistas casi vacías para esquiar a placer, imponentes resorts a todo confort... pero es la apuesta del régimen de Kim Jong-un para 'reabrir sus puertas' tras la pandemia (Corea del Norte cerró sus fronteras al comienzo de la pandemia en 2020). Con ese lema, precisamente, promociona la embajada rusa los viajes. Y es que los elegidos para disfrutar de esa «reapertura al mundo» son grupos de influencers rusos que pagan —mínimo— unos 750 dólares por cuatro días.

Los grupos salen de Vladivostok y un vuelo de dos horas operado por la aerolínea estatal norcoreana Air Koryo (con una flota envejecida de aviones en su mayoría de fabricación rusa) les deja en la capital norcoreana. Allí les reciben con números musicales patrióticos (generalmente a cargo de grupos de jóvenes comunistas), reverencias al líder supremo y paseos controlados... como todo en estos tours, siempre vigilados.

Lujosas estaciones de esquí vacías

Ya el segundo día les llevan al macrocomplejo de alta montaña, con habitaciones amplias y en las que no falta de nada. 40 dólares parece la tarifa de muchos extras: eso cuesta, por día, el pase de esquí; o el alquiler de todo el equipamiento durante dos horas; o un instructor de esquí, según explica una influencer. Los souvenirs y otros gastos, incluidos alcohol y tabaco, también han de pagarse aparte, a tocateja.

Después de esquiar, pueden disfrutar de una sesión relajante: sauna, piscina, masaje... "un spa muy completo para quedar 100% satisfecho", cuentan. Aunque también, apostillan, todo resulta "quizá un poco minimalista" para el gusto ruso. Lujosas estaciones de esquí que de otro modo estarían vacías.

Los elegidos, "100% satisfechos", pero encuentran un país sumido en la desesperanza

Más de 200 turistas de Rusia han visitado Corea del Norte en lo que va de año, en tres viajes en febrero y marzo. Sus relatos dan una visión poco habitual de la vida en el régimen de Kim Jong-un. Y es que durante su estancia pueden pasear —pero no grabar, y siempre vigilados— fuera del resort. Y ahí ya el "lujo asiático" deja de existir: los rusos se encuentran "gente baja, atemorizada o enfadada" o "niños casi desnudos pese al frío", han confesado algunos a medios occidentales.

"Durante todo el viaje se podía sentir la desesperanza y el control constante en el país", ha contado la diseñadora rusa Olga Shpalok a The Guardian.

Negocios entre 'outsiders' de la comunidad internacional

Nada de esto es casual: Moscú y Pionyang se han acercado mucho en los últimos tiempos —armas de por medio— y el turismo es otra manera de Putin para pagar favores. Ante sanciones internacionales cada vez más estrictas y una crisis alimentaria supuestamente provocada por el aislamiento pandémico, cualquier moneda fuerte es bienvenida a unas arcas con problemas de liquidez como las de Pionyang. «Dice mucho sobre las prioridades del régimen que Corea del Norte haya optado por permitir el acceso a turistas rusos, pero continúe rechazando la entrada de organizaciones humanitarias que se ofrecen», comentan desde organizaciones de Derechos Humanos.

Los dos países parecen tener grandes planes para un futuro más o menos conjunto. Por ejemplo, Corea del Norte está construyendo ya otra macroestación de esquí para rusos que incluirá 17 hoteles, 37 casas de huéspedes y 29 tiendas.