La tentación está nada más salir de la parada de metro en Brook Avenue. Difícil encontrar una porción solo de queso mejor en Nueva York como la que sirven en Golden Pizza. Es magnífica así de simple. No hace falta añadirle pepperoni para que entre por el ojo. El local está en el barrio conocido como Mott Haven, al sur del Bronx. Justo dos calles más arriba se encuentra la iglesia de Santa Ana. La cola da la vuelta al bloque. Es de gente que espera su turno para recibir alimentos.

El coronavirus está creando estragos en uno de los barrios más pobres de Estados Unidos. Los vecinos dicen que nunca vieron algo parecido, ni siquiera durante la crisis financiera. La tasa de paro ronda ahora el 25% en este distrito, un nivel similar al de la Gran Depresión. "Cuando la economía se resfría", comenta Joel Berg, de la organización sin ánimo de lucro Hunger Free America, "aquí sufren de neumonía. La gente ya estaba antes de la pandemia al borde de la supervivencia".

Los vecinos siguen desde la distancia con preocupación la batalla para sacar adelante un nuevo paquete de estímulos

Los vecinos le tienen más miedo a la crisis económica que al virus. Buena parte de los que hacen cola cogían la línea 6 de metro en esa estación para ir a trabajar a Manhattan. El cheque que les llega del paro no les da pagarse ahora un trozo de pizza y siguen desde la distancia con preocupación la batalla que los políticos libran en Washington para sacar adelante un nuevo paquete de estímulos. La misma que tiene en Wall Street, por el efecto permanente que tendrá en la economía.

A la vista del forcejeo, es improbable que no haya nuevas ayudas hasta pasadas las elecciones o incluso después de la toma de posesión si no hay un claro ganador. La economía empezó a repuntar en mayo pero no con la fuerza que se esperaba o deseaba. Sin una nueva inyección de dinero público, las quiebras de empresas se harán aún más visibles y la recuperación se hará aún más penosa. Como decía el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, "será una tragedia".

Sin una nueva inyección de dinero público, las quiebras de empresas se harán aún más visibles y la recuperación se hará aún más penosa

Powell insiste que el riesgo de pasarse con la ayuda del Congreso es más bajo que quedarse corto o llegar demasiado tarde. Wall Street, de hecho, tiene más miedo a la falta de estímulo que al resultado electoral. La cicatriz que deje la crisis, advierten, dejará pequeña la de Lehman Brothers. Hasta ahora se calcula que se perdieron 200.000 negocios en EE.UU. y se duplicarán en los próximos meses sin las ayudas. Eso tendrá un efecto multiplicador, porque un empleo apoya otros.

El primer paquete de estímulos salió adelante en abril sin problema. Pero este segundo se convirtió en una cuestión puramente política por la cercanía de las elecciones. Los republicanos se quejan de que las ayudas van a estados gobernados por demócratas, como Nueva York, California o Illinois. El reparto del estímulo, sin embargo, se determina en base a la población y el nivel de pobreza. Texas y Florida se encuentran entre los principales beneficiarios.

Y no es solo que tengan menos dinero para comprar comida, pagar el alquiler o las deudas. Sin esa infusión de dinero público, además, los gobiernos locales tendrán menos recursos para pagar a profesores y otros trabajadores esenciales por la caída de los ingresos fiscales. El politiqueo en Washington, por tanto, amenaza con tener un coste personal enorme para los más vulnerables, especialmente entre las minorías, y así en el conjunto de la economía.