Índices récord de inflación, una desigualdad de tiempos anteriores, desempleo, y los estragos de la pandemia. En este contexto, Brasil ha hecho frente este domingo a una de las elecciones más polarizadas que se recuerdan en el país. Pero al mismo tiempo una con los resultados previsiblemente más claros, según han ido revelando las encuestas que desde hace meses no han cuestionado la victoria del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien podría incluso vencer en primera vuelta.

El último sondeo de Datafolha publicada este miércoles refleja no solo que Lula se acerca al 50% de los votos necesarios para vencer, sino que el 46% de los votantes de Gomes y el 38% de los de Tebet admiten que podrían cambiar su voto el día 2, suficiente para decidir la disputa.

La jornada se ha caracterizado por las largas filas en los colegios electorales de Brasil desde primera hora de la mañana, en una jornada en la que 156 millones de ciudadanos han acudido a decidir el futuro de su gobierno.

Lula da Silva, que en la anterior convocatoria no pudo votar porque estaba en la cárcel, ha sido el más madrugador de los candidatos, y aunque la suerte estaba echada ha besado su papeleta para atraer al mayor numero de indecisos. Su candidatura, la del Partido de los Trabajadores, engloba a otros muchos partidos.

Por su parte, muy contento y con la camiseta de la selección ha llegado Jair Bolsonaro, que tras ejercer su derecho a voto ha puesto rumbo al Palacio de la Alvorada para seguir el conteo. Durante la jornada electoral ha recibido mensajes de ánimo de su admirado Donald Trump, de Viktor Orbán, desde Hungría, y del venezolano Juan Guaidó.

Además, preguntado por los periodistas sobre si respetaría o no los resultados, una duda que ha sembrado durante toda la campaña, Bolsonaro ha dicho que respetará los resultados si el proceso es limpio. Señala y critica directamente al sistema de urnas electrónicas

que se llevan utilizando desde 1996, y hasta ahora nunca se ha detectado un fraude. Es más, en 2018, el propio Bolsonaro fue escogido por estas mismas urnas electrónicas.

En Brasil hay cinco regiones, dos de ellas son las decisivas para los resultados de las votaciones: el sudeste que reúne al 43% de los electores y el nordeste, con más del 27% de los votantes. En el sudeste las encuestas daban como ganador a Lula por ocho puntos y en el nordeste daban la victoria al expresidente por 30 puntos frente a Bolsonaro.

En el caso de ser necesaria una segunda vuelta entra otro elemento en juego: la tasa de rechazo, donde se pregunta a la gente a quién no votaría bajo ningún concepto. En ese supuesto Lula vuelve a ganar, siempre según las encuestas, pues su tasa de rechazo es del 39% frente al 52% de Bolsonaro.

Los programas electorales: Bolsonaro y Lula

Brasil vivió uno de sus periodos más prósperos coincidiendo con el gobierno de Lula entre 2003 y 2010. Sin apenas reformas económicas, la gran demanda de materias primas del exterior permitió al expresidente poner en marcha una serie de políticas de ayudas sociales con las que consiguió sacar a unas 30 millones de personas de la pobreza. Su reelección en 2018 parecía clara, según las encuestas, pero su condena y su posterior entrada en prisión dio al traste con las intenciones del PT.

El gran beneficiado fue Bolsonaro, un viejo conocido de la política brasileña que había estado paseándose durante años por las instituciones del país bajo las siglas del partido que más y mejor representara sus intereses en ese momento. Sus promesas de orden en las calles - con el derecho a portar armas como bandera -, castigar la corrupción del PT y combatir a la izquierda por sus políticas en contra de la tradición y la familia convencional lograron convencer a los brasileños.

Ahora, cuatro años después, Lula promete combatir la crisis económica con políticas de impulso del consumo, derogar la ley del techo de gasto y una reforma fiscal progresiva con la que gravar las grandes fortunas. Nacionalizar por completo la eléctrica Eletrobras, poner en marcha un gran plan de obras públicas para generar empleo y poner fin a la explotación indiscriminada del Amazonía, son otras de sus promesas.

Bolsonaro por su parte continuará con sus planes para seguir privatizando empresas estatales, como Eletrobras, el servicio postal Correios y la siempre en entredicho Petrobras, después de que la corrupción galopara a sus anchas durante los mandatos del PT, con la que espera hacer posible una de sus promesas de campaña, tener el combustible más barato del mundo.

Ambos han prometido aumentar la inversión en políticas sociales para reducir la desigualdad. Por otro lado, la Amazonía es la cuenta pendiente de los dos. Si bien la retórica de Lula es distinta de la de Bolsonaro - el ultraderechista fomenta la presencia de extractores ilegales de materias primas y está en contra de delimitar las tierras indígenas - el candidato del PT sufragó sus políticas sociales gracias a las exportaciones de la agroindustria brasileña, en detrimento de las comunidades originarias que viven en la región.

Este domingo los brasileños no solo eligen presidente y vicepresidente, sino también las gobernaciones de las 27 entidades federativas del país, así como la renovación completa de la Cámara de Diputados, parte del Senado y a los representantes de las asambleas legislativas estatales.