En apenas 12 vueltas, la carrera de Fernando Alonso en México dio un vuelco de 180 grados. De decir en los primeros compases del Gran Premio que "el coche está bien con cualquier neumático" a suplicar acción desde el muro de Alpine en apenas unos giros.

En la vuelta 53 llegó el primer aviso de la escudería. "PU-3, posición seis. Urgente", le dijeron al asturiano para que probase con otra configuración.

"No está yendo...", replicó conforme su tono se volvía más serio. "No está yendo bien, tío. Dame otra configuración. Dame otra solución, tío", incidió.

"PU-7, posición ocho", respondió Alpine... pero nada: "Nada... Dame algo. ¿O necesitáis que pare?".

"Puedes intentar evitar cambiar rápido de marchas", le sugirieron desde el muro antes de plantearle otro cambio de configuración: "PU-6, posición ocho".

En ese momento, víctima de la impotencia, llegaron las súplicas de Alonso: "Por favor, seguid intentándolo. Que mejore un poquito ahora. Haced algo por mí".

"Estamos estancados por ahora. No podemos hacer mucho más. Esteban ya a un segundo", le dijo su ingeniero antes de pedirle que no molestara a Ocon: "Esteban ya en DRS. Intentemos no molestarle mucho".

"Es increíble, tío. Qué temporada, qué temporada", replicó Fernando antes de preguntar por el momento de la retirada: "Decidme cuándo retiramos el coche. Alarma roja en el motor".

Lejos de pararle, el equipo galo cruzó los dedos para que saliese un coche de seguridad: "Haz lo que puedas".

Ya en la 63, tres giros después de dejar pasar a Ocon, su Alpine dijo basta. Para poner en contexto el problema de Fernando, en 20 vueltas el francés le recortó cerca de 30 segundos. Otra vez, algo pasaba... y ya huele el argumento de la "mala suerte".