Mi madre nos despertaba los fines de semana con música. Solía tocar el CD de 'El alma al aire', el sexto álbum de Alejandro Sanz. Abriendo el libro de portada del disco, en la tercera hoja estaba la letra de 'Quisiera ser'. Un despiste con él, nos hizo perder los primeros párrafos y aprendernos esa parte por oídas (algo que nunca nos hizo abandonar las ganas de cantarla): "Sesentiralasalasolasentiralarena, ¡ME DA PENA!".
En verano, en la ciudad del asfalto, no hay mejor forma para refrescarse que no salir de la piscina durante el horario completo del socorrista, de 12 a 21 horas. La caseta del botiquín de la nuestra tenía una ventana que no cerraba. Aprovechábamos ese hueco para pasar el cable del radiocasete. Este aparato se quedaba hasta finales de septiembre en el poyete. Estaba todo pensado. Si desde esa posición estirabas la antena hasta la sombrilla presidencial, pillabas buena frecuencia para escuchar todos los partidos de fútbol del verano. ¡Qué más se puede pedir!
Entre semana, nuestros padres nos dejaban jugar a lo que luego oficializó Wallapop: cambiar entre el vecindario pulseras de hilo por monedas de 500 pesetas. Eso fue lo más cerca de emprender que he estado nunca. Ahora, veinte años después, y viendo todo desde otra perspectiva, imagino que era una forma de entretenernos y motivarnos en esos días interminables de vacaciones en los que a ellos les era imposible conciliar.
Así, mi pandilla, la de cinco adolescentes, se turnaba cada día en una casa para estar, durante las horas libres del socorrista, bajo la supervisión de otro adulto que estuviese disponible. El padre de una de mis amigas nos trajo el disco de los Backstreet Boys de Estados Unidos en primicia, aquí aún no había llegado el álbum 'Millenium', y cuando estábamos a un paso de rayar las pistas, la madre de otro de mis fieles nos entretenía con 'Mi tierra', de Gloria Estefan. Nada que ver con esos 'Spanish Eyes' que creíamos que Nick Carter había escrito pensando en nosotras, pero entre nudo y nudo de las nuevas tobilleras también la cantábamos.
Nuestro tenderete de pulseras era un éxito asegurado. Conocíamos muy bien la palabra equipo y la custodia de las monedas de 500 iba de mano en mano cada lunes. Nuestro objetivo estaba claro: conseguir las máximas posibles para luego poder gastarlas todas en una fiesta de verano irrepetible.
Todos esperábamos este día como agua de mayo. Los más mayores porque celebraban así la pronta apertura de puertas en los institutos, y nosotros porque ya desde entonces aprendíamos a cogerle el gusto a los festivales veraniegos.
Esta pandilla maravillosa a la que estaba suscrita, era la encargada de hacer una playlist con todos los temazos para lo que ahora llamaríamos 'El Barrio Fest'. Con varios discos en su salón, uno de mis amigos iba poniendo canciones que tenía que escuchar desde el principio hasta el final para irlas grabando en una cinta pulsando y despulsando el botón rojo de REC. 60 minutos de música, alrededor de 15 canciones que fueron durante varios veranos la Banda Sonora de nuestras vidas.
La Cara A estaba destinada a las canciones de cantar, donde no era imprescindible el baile, donde aprovechabas para coger vaso de plástico y ponerlo hasta arriba de tu refresco favorito. Los mayores las usaban de acompañamiento para su última partida de mus y nos encantaba verles hacer gestos con nuestras joyas en las muñecas. ¡Play!
*La Lola - Café Quijano
*Cuídate - La Oreja De Van Gogh
*Tu calorro - Estopa
*Cuando tú vas - Chenoa
*Rayando el sol - Maná
*Caraluna - Bacilos
*Tú sigue así - OBK
Al darle la vuelta a la cinta, la Cara B llegaba con todos los temazos. Las canciones de fiesta. Todas ellas tenían una coreografía que, sin recordar ahora el motivo, todos sabíamos. Había parte del vecindario que al acabar el baile de cada una, se tiraba al agua por lo bien que lo había hecho...
*Salta - King África
*Aserejé - Las Ketchup
*Que la detengan - David Civera
*No rompas más - Coyote Dax
*Ave María - David Bisbal
*Yo quiero bailar- Sonia y Selena
*Y yo sigo aquí - Paulina Rubio
*Mayonesa - Chocolate
Era el verano de los 2000. El verano de aprovechar los findes para bajar al pueblo "a ver si refresca". El verano de juntarse 10 en un mismo apartamento de playa porque "solo vamos a estar en casa para dormir". El verano de las verbenas en la capital.
Un verano feliz que llevaba siempre la camisa desabrochada, los pies descalzos, el radiocasete a mano y un 'polo flash' azul en la boca.
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