Si hubiera una tómbola de la discriminación, estas mujeres hicieron pleno. Se lo llevaron todo: eran mujeres, como ya se ha dicho. Además eran matemáticas, de hecho las llamaban 'computadoras humanas'. Y, por si fuera poco, eran negras. Si todo eso da lugar a una triste realidad de discriminación también hoy, más aún si nos situamos en los años 40 en el Estados Unidos segregado.

Pese a todo, y pese a muchos, estas mujeres se impusieron en su tiempo y acabaron trabajando para la NASA. Fueron sus cálculos los que consiguieron uno de los mayores hitos históricos de la humanidad: que el ser humano pisara la Luna.

"La idea de que la NASA contratara a mujeres negras para trabajar como matemáticas en el sur [de EE.UU.] durante la época de la segregación desafía nuestras expectativas y gran parte de lo que sabemos sobre la historia de Estados Unidos". Así lo cuenta Margot Lee Sheterly, autora del libro 'Figuras Ocultas' (HarperCollins, 2016) e hija de una de esas primeras ingenieras negras que trabajaron en la NASA.

Lee Shetterly investiga en su libro lo que para ella había sido una realidad durante su vida: "habiendo crecido en Hampton, la cara de la ciencia era marrón como la mía", explica ella misma en el prólogo de su trabajo. Fue cuando tomó consciencia de que esto no era normal y, sobre todo, cuando cayó en la cuenta de que la historia de esas mujeres había sido silenciada durante años, el momento en el que decidió investigar y contar su historia: "forman parte de la épica americana", escribe la autora.

Mary Jackson en el Centro de Investigación Langley de la NASA.

"Las computistas del oeste de Langley ayudaron a América a dominar el campo de la aeronáutica, la investigación espacial y la tecnología informática, haciéndose un hueco como matemáticas que además eran negras, matemáticas negras que además eran mujeres", zanja Lee Shetterly.

Las mujeres llegaron a la NASA para quedarse

Su investigación comienza en la Segunda Guerra Mundial, cuando la necesidad de mano de obra hizo que la NASA requiriera la presencia de mujeres en sus dependencias. Arranca ahí pero continúa durante casi tres décadas. 30 años en los que estas mujeres (recordemos, negras y matemáticas) tuvieron que enfrentarse a más desafíos que cualquiera pero que, gracias a su trabajo, cambiaron el país.

Centrada en las figuras de Dorothy Vaughan, Mary Jackson, Katherine Johnson y Christine Darden, este libro dibuja una historia que, pese a lo novelesca, es muy real. Habla de estas mujeres, de sus carreras, pero también de sus vidas y sus relaciones: los lazos entre ellas fueron esenciales para aguantar las embestidas.

Christine Darden en una sala de control del Langley de la NASA, 1975.

¿Hasta qué punto fue importante su trabajo?

Lee Shettherly ha documentado el trabajo de más de 400 'mujeres computadoras' durante estos años en la NASA. Con equipos tan inmensos, quizá surja la tentación de dudar sobre qué tanto trabajo realizaron estas féminas. Un ejemplo es el de Katherine Johnson: sin sus cálculos, sin sus ecuaciones, Neil Armstrong no habría puesto su pie en la Luna, literalmente.

Ella calculó "el momento preciso en el que la sonda lunar debía abandonar la superficie de la Luna para coincidir y engancharse con el módulo de servicio", describe la autora. También fue Johnson, en este caso con su compañero Hamer, quien escribió los informes que describían un método para volver a la Tierra desde la Luna usando estrellas visibles, en caso de que los ordenadores no funcionaran.

Pese a estos dos cálculos esenciales, Johnson no fue la única: "el poder de la historia de las computistas negras de la NASA radica en que ni siquiera las primeras fueron las únicas". Y esta es su historia, para que no se vuelva a silenciar.

Annie Easley comenzó su carrera en la NASA en 1955 como una de las 'calculadoras humanas'.

Nada ocurrió por casualidad

Otro punto interesante de 'Figuras Ocultas' es destacar que nada de esto ocurrió por casualidad: fue la "presión constante del Gobierno federal para derribar las barreras basadas en razas lo que consiguió que estas mujeres entraran a trabajar y que, con el tiempo y esfuerzo (seguramente mucho más que sus contemporáneos varones negros) fueran medianamente reconocidas. "Contra todo pronóstico, cuando cruzaron por primera vez las puertas de Langley, las mujeres de computación del oeste habían logrado convertir su empleo de la época de guerra en una carrera duradera y significativa", escribe la autora.

Es más, la lucha de estas mujeres trascendió muchas barreras: no solo necesitaron demostrar dentro de la agencia todo su trabajo --algunas incluso renunciaron a su especialidad por irse a sectores dedicados solo al reconocimiento laboral de sus compañeras--, sino también fuera: "Debido a la fachada blanca de cara al público que tenía el programa espacial, los ingenieros, científicos y matemáticos negros que estaban involucrados en la carrera espacial seguían viviendo en la sombra, incluso dentro de la propia comunidad negra", describe Lee Shettherly.

Durante la década de los 70 fueron muchos quienes criticaron el gasto en la carrera espacial, especialmente cuando había tanta gente (muchos, negros) pasando hambre en Estados Unidos. Para otros, sin embargo, el programa espacial y el movimiento por los derechos civiles fueron de la mano. Estas figuras ocultas dan buena muestra de ello.