Visto desde el aire sólo queda el esqueleto de piedra del claustro del Monasterio de Rioseco, en el que tras siglos habitado por monjes, varias familias llegaron a vivir hasta hace 40 años. Eva lo hizo junto a su familia en la conocida como casa del cura: "En los años en los que nosotros nos fuimos fue cuando desapareció todo".

Fue la época de mayor abandono, en la que la maleza y los escombros tomaron el monasterio, hasta que en 2010 un grupo de voluntarios se pusieron manos a la obra.

Desde entonces han conseguido que no se venga abajo. "Hay que salvar los espacios que están de pie y con techumbre, que no se caigan abajo", explica Esther López de Salvemos Rioseco. Parte del dinero lo recaudan con visitas guiadas e incluso actuaciones musicales.

"Es muy difícil conservar este patrimonio, es una lucha constante y no hay dinero", expresa poe su parte Juan Miguel Gutiérrez, párroco de la iglesia del Monasterio.

Por eso, vecinos y amantes de la historia reclaman apoyo para que en el futuro este Monasterio sea algo más que un montón de piedras apiladas.