Rocío Jurado, la Chipionera, casada primero con el boxeador Pedro Carrasco y después con el torero José Ortega Cano, alimentando así el mito de la España más pop o cañí, siempre se sintió distinta de las demás cantantes.

"Soy una cantante moderna de la canción española, no una cantante española de la canción moderna", decía esta mujer, que fue más que una cantante, porque fue todo un icono, una mujer libre y arriesgada en una sociedad tardofranquista que abanderó un clan familiar.

Pasional y vividora siempre, interpretaba cada letra como si le fuera la vida en ello. "Canta, Rocío del mar/ Rocío primero de la mañana. Ansias de los lentos barcos/viento que llega y no pasa... Rocío del mar de Cádiz, faro que nunca se apaga", escribió Rafael Alberti en un poema dedicado a la cantante, que nació en 1946 en Chipiona en una familia humilde pero apasionada de la música.

Su padre, zapatero, cantaba flamenco, y su madre también era aficionada a la música española. Y, así, la pequeña Rocío comenzó a participar en festivales y concursos, y ganó muchos de ellos. Antes de cumplir su mayoría de edad viajó con su madre a Madrid, donde conoció a la Niña de los Peines, a Manolo Caracol y a Pastora Imperio, quien la contrató para el tablao El Duende, donde comenzó toda su carrera.

Con una voz excepcional con la que podía cantar cualquier cosa por sus registros, graves y agudos, de gran amplitud, y por su gran afinación, la garganta de Rocío Jurado era una mina. Antonio Gala decía que La Jurado tenía "un clavel rojo en la garganta del que derivaba toda su pasión" y uno blanco en el corazón con el que iluminaba a los demás.

Provocadora y atrevida, Rocío Jurado conseguía con sus letras -tanto de los clásicos de la copla como Quiroga y Quintero como con los temas de Juan Solano, Manuel Alejandro (quien la llevó al estrellato internacional), Pablo Herrero, José Luis Armenteros, Perales o Juan Pardo- transgredir y hablar de amores prohibidos o reivindicar el goce y el sexo en una España pacata y represiva.

"Hace tiempo que no siento nada/ al hacerlo contigo/ que mi cuerpo no vibra de ganas al verte encendido"... cantaba en "Lo siento mi amor", o clamaba "Muera el amor". Letras que La Jurado interpretaba de manera sensual sobre el escenario con vestidos "con mucho sexy", con transparencias que le dieron algún susto, porque todavía en los 70 tenían que pasar la censura para televisión.

Trabajadora infatigable, también hizo su carrera en el cine, aunque sin tanto éxito: "Los guerrilleros", "En Andalucía nació el amor", "La querida" o "La Lola se va a los puertos", en sus primeros tiempos, y "El amor brujo" y "Sevillanas", en los 80 con Saura. En 1967 debutó en el Teatro de la Zarzuela, pero a lo largo de su carrera pisó todos los escenarios, desde el Teatro Real al Madison Square Garden de Nueva York.

En el 2000 obtuvo el premio La Voz del Milenio a la mejor voz femenina del siglo XX, otorgado también en la ciudad de los rascacielos. Pero en su vida personal, expuesta al gran público -en ocasiones decía que pagaría lo que había ganado para dejar de ser famosa-, ocurrió lo que ella misma cantaba, que "una flor no dura dos primaveras".

Una vida de cuento, con claroscuros, trabajo y altibajos, que acabó para Rocío Jurado el 1 de julio de 2006, a los 56 años, tras luchar contra un cáncer de páncreas diagnosticado dos años antes. La voz de Rocío Jurado, mujer exagerada en todo, por eso icono también para imitadores, comparable con su voz a grandes de como Barbra Streisand o Mina, ha quedado ya para siempre con sus "alas al viento", como una leyenda. Una leyenda que ya tiene un sello de correos y puede que en breve el museo con el que soñaba en su Chipiona natal.