El gobierno del pueblo. Hay pocas definiciones más directas que las que entabla el término democracia. Esta corriente política data desde el siglo V a.C. y encuentra su origen en la Antigua Grecia; concretamente, en Atenas.

Hoy, 15 de septiembre, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra el Día Internacional de la Democracia bajo la amenaza del coronavirus en todos sus posibles flancos: sanitarios, gubernamentales e incluso informativos —la entidad advierte de los peligros de la desinformación—.

Ahora, si bien la pandemia puede suponer otro escollo más en el libre ejercicio que tiene la población para influir sobre la política, la democracia nunca ha sido una corriente libre de ataques. De hecho, desde sus mismísimos orígenes ha sido un incipiente tema de debate. Platón fue uno de sus grandes detractores, especialmente por las dudas que tenía acerca de la efectividad que prometía. En cambio, el filósofo nacido en la antigua Atenas creía en gobernadores capacitados exclusivamente para el cargo. Es decir, ‘cualquiera’ no podía gobernar.

No obstante, la historia muestra cómo la democracia fue capaz de imponerse como sistema. Pero, ¿qué hubo que plantearse para llegar hasta ella? ¿Cuáles fueron los primeros dilemas morales y sociales a los que los políticos de la antigüedad tuvieron que enfrentarse? En este sentido, la Enciclopedia Británica recoge las incógnitas del pasado y del presente.

El origen de la democracia: las tribus prehistóricas

Muchos han sido los autores que se han atrevido a definir la democracia a lo largo de su historia. Entre todos ellos, Robert Alan Dahl, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Yale, entiende esta como un “sistema de gobierno” en el que las leyes, políticas y el liderazgo del sistema son determinados directa o indirectamente por el "pueblo".

En los inicios de la democracia, el pueblo era aquel grupo formado por una minoría de la población —por ejemplo, todos los varones adultos libres en la antigua Atenas o todos los varones adultos suficientemente aptos en la Gran Bretaña del siglo XIX—. Sin embargo, desde mediados del siglo XX, este concepto se ha ampliado hasta incluir a todos (o casi todos) los ciudadanos adultos.

Los cambios que ha sufrido la democracia son muchos y variados si tenemos en cuenta sus orígenes: las tribus de cazadores-recolectores en tiempos prehistóricos. Esta forma de gobierno no se mantuvo presente durante el resto de años, la transición a las comunidades agrícolas originó desigualdades de riqueza y poder entre los individuos que motivó la aparición de formas jerárquicas no democráticas. A pesar de esto, miles de años más tarde, en el siglo VI a.C. el político Clístenes recuperó el sentido de la democracia con su forma de gobierno.

Un sistema sometido a cambios profundos

En sus más de 2.000 años de historia, la democracia, como explican desde Britannica, nunca ha dejado de hacer frente a las mismas preguntas. Y esto se ejemplifica especialmente si atendemos a lo más básico. ¿Cuál es el tipo de civilización ideal para su desarrollo?

“El tipo de asociación en la que se practicaba la democracia, la tribu o la ciudad-estado era lo suficientemente pequeña como para ser adecuada para alguna forma de democracia por asamblea o democracia directa", escribe el profesor de Yale. Pero con el paso del tiempo, esto ha cambiado considerablemente: “Mucho más tarde, a partir del siglo XVIII, cuando la asociación típica se convirtió en el estado-nación o el país, la democracia directa dio paso a la democracia representativa”.

Se trata de “una transformación tan radical” que habría dejado en ‘shock’ a cualquier ciudadano demócrata de la antigüedad: “Los gobiernos de asociaciones gigantescas como Francia o los Estados Unidos podrían no haber parecido democráticos en absoluto”, sentencia Dahl.

Esto mismo puede suceder al contrario si lo llevamos a otra de las preguntas del profesor, puesto que a los demócratas actuales tampoco les parece que la democracia del pasado fuera era auténtica. ¿La razón? Lo restrictivo que era este sistema en el pasado, puesto que solo podían votar unos pocos adultos, varones y libres.

“Un demócrata contemporáneo podría argumentar razonablemente que Atenas, debido a que excluyó a tantos adultos de los ‘dēmos’, no era realmente una democracia”, concluye Dahl.

De este modo, desde su origen, este sistema político ha estado sometido a críticas constantes. No obstante, desde Britannica dejan un último mensaje para los que creen que cualquier otro sistema —al menos, en la actualidad— es mejor: “Los Estados con gobiernos democráticos impiden el gobierno de los autócratas, garantizan los derechos individuales fundamentales y permiten un nivel relativamente alto de igualdad política. En definitiva, brindan más prosperidad a sus ciudadanos y garantizan una gama más amplia de libertades personales”, concluye Dahl, que incide en que ello no quita que siempre pueda estar sometida a cambios.