Orgullosos herederos del espíritu barrial de Los Chichos, los amores de feria y la electrónica 'choni', Camela ha debutado en el palacio musical más emblemático de su ciudad ante más de 8.000 personas que han celebrado sus 25 años de singularidad y éxito comercial frente a todo prejuicio.

Ángeles Muñoz y Dioni Martín, cuñados e impulsores de este proyecto ya generacional, se han puesto así una corona largo tiempo demandada por los miles de seguidores que agotaron todas las entradas de su primera cita en el WiZink Center de Madrid, en pleno distrito de Salamanca y en la más simbólica de las paradas de la gira de aniversario.

De sobra son conocidos sus orígenes: la buena marcha de casetes autoeditadas y distribuidas en gasolineras les llevó a publicar en 1994 con un pequeño sello su primer LP, 'Lágrimas de amor', y conforme proseguían los lanzamientos y las ventas crecían por el boca a boca, una multinacional apostó por ellos hasta despachar más de 7,5 millones de copias, sin altibajos siquiera en la era del 'streaming'.

Auténticas turbinas en la facturación de tecnorrumbas sentimentales, parecía difícil resumir sus 17 discos de estudio en unas dos horas de concierto, pero el dúo ha hecho sonar 16 cortes íntegros y otros tantos de manera fugaz en un repaso por todos esos álbumes, en especial el segundo, 'Sueños inalcanzables' (1995).

Originalmente un trío y convertidos en el grupo español de mayor éxito del siglo XXI por detrás de La Oreja de Van Gogh (como bien subrayaba hace unos días el candidato del PP por Extremadura, José Antonio Monago), el de Camela ha sido el asalto de la periferia al Madrid de las élites.

Con seis músicos en total y la guitarra eléctrica y el sintetizador en primer plano, los dos Camela supervivientes se han bastado para desbaratar a sus fans desde que arrancó el concierto bajo los acordes metalizados de 'Sueños inalcanzables' y versos encarnados que, al escucharlos, es imposible desligar de su melodía: 'Escúchame, entiéndelo, es imposible nuestro amor'.

"No sabéis lo que significa estar aquí", ha constatado Muñoz, en medio de una sencilla escenografía de luces y una pantalla de medianas proporciones como elementos visuales de un show, eso sí, con los vatios a plena potencia y los arreglos de politono que son marca de la casa.

Racionalmente repartidos, entre los temas menos radiados no han dejado de sonar 'hits' como 'Nunca debí enamorarme' o 'Háblale de mí', con el teclado desplegando cabriolas de fantasía sobre las voces de los protagonistas, tan características en tus tesituras imposibles como los giros de Martín sobre el escenario o la simulación de amantes despechados.

"El primer artista que vi aquí fue a Camarón de la Isla hace 30 años y yo tenía en mi cabeza que algún día cantaría en el Palacio de los Deportes de Madrid", ha desvelado el 50% masculino del dúo antes de bajar revoluciones con una de sus "favoritas", 'La estación del querer'.