Un joven de Kenia jamás pensó que volvería a tener los dos brazos, pero Guillermo Martínez viajó hasta allí para resolver parte de esta carencia. También resolvió otras como la de Philip, que explica que ahora puede "ir a clases de conducir".

Un detalle humanitario con el que ha ayudado a ocho personas en Kenia y que le ha costado menos de 500 euros, 150 que invirtió en una impresora 3D y el resto en hilos de plástico. Martínez ha explicado que su primera idea era "imprimir unas 150 prótesis para llegar a cualquier persona que lo necesite sea de donde sea".

Aunque no sólo las impresoras 3D han revolucionado el mundo de las prótesis caseras. David Aguilar, un joven de 18 años, se ha hecho un brazo de lego. No le falta detalle, tiene tendones, pistones y hasta un mecanismo que él mismo ha diseñado para articularla.

Incluso desde EEUU hay quien se ha puesto en contacto con Aguilar. Allí también hay quien hace sus pinitos.

Si hay algo fundamental en el mundo de las prótesis es el afán de superación, por ejemplo, Ekain ha logrado volver a andar con prótesis hidráulicas diseñadas para llevar muletas, aunque él no las necesita.

Este joven tiene muy claro que las barreras están en la cabeza y que no piensa quedarse sentado en una silla.