Sucedió al poco de que llegara la primavera. Encerrados, metidos en casa, los padres de algunos niños que habían estado contagiados de COVID empezaron a advertir que sus hijos no estaban bien, que algo les pasaba. No era habitual: ojos rojos, erupciones en la piel. Náuseas, vómitos, dolor abdominal. Y, sobre todo, tensión baja.
No sabían lo que era, pero sí eran conscientes de que estaban frente a algo no corriente. Y, al llegar a urgencias, con los menores ya hospitalizados y con todo el país aún confinado, obtuvieron la respuesta.
Un síndrome. Uno nuevo. Una rara secuela posCOVID, tan rara, que apenas se localizan cien casos en nuestro país, hasta este momento. Se ha bautizado como MIS-C: síndrome inflamatorio multisistémico en niños.
Reacción europea en cadena
Lo cuenta en conversación con laSexta el doctor Alfredo Tagarro, pediatra en el hospital madrileño Infanta Sofía e investigador del Instituto de Investigación Hospital 12 de Octubre: “Todo comenzó en mayo, cuando en Reino Unido empiezan a detectar una serie de casos con síntomas parecidos a un shock estreptocócico o la enfermedad de Kawasaki. Eran similares, pero no exactamente iguales”, relata el especialista.
Aquello levantó la liebre. El Colegio de Médicos de Londres, rápidamente, elabora un comunicado que remite a sus homólogos internacionales en el que cuenta que ha detectado este brote. Simultáneamente, en los otros países en los que la pandemia estaba azotando de manera intensa en aquellos primeros meses se comienzan a ver diagnósticos similares.
Italia, Francia, España, EEUU… ven cómo a algunos de sus habitantes más pequeños les pasa exactamente lo mismo. “Ha sucedido prácticamente en todos los países”, comenta el doctor Tagarro, que, a su vez, es el coordinador del registro pediátrico nacional que estudia al MIS-C.
Mismos síntomas y mismos antecedentes
Así, con unos niños con síntomas similares y con los mismos antecedentes -estos críos habían pasado el COVID entre 4 y 6 semanas antes de tener estos síntomas, con un 40% de ellos aún sin dar negativo en sus propias PCR; el 80% contaba con anticuerpos frente al virus y, finalmente, también habían tenido un contacto reciente con algún positivo- la conclusión no estuvo motivada sólo en la temporalidad.
Algo pasaba. No estaba relacionado con otro tipo de dolencia, y eso es algo que los profesionales sanitarios se dan cuenta inmediatamente. “No es normal que en una situación de pandemia, en la cual no se estaba viendo mucha patología en los niños y había disminuido mucho las consultas a urgencias y, de repente, haya un brote de una enfermedad nueva”, relata el pediatra.
“Imaginas que tiene que ver con la pandemia. Luego se empieza a investigar muy rápido, y se empieza a ver que los niños normales negativizan la PCR en 2-3 semanas, y la mitad de los niños con MIS-C siguen teniéndola positiva un mes después. Hay una persistencia del virus más allá de los niños normales”, continúa el doctor Tagarro.
Cien niños en toda España
El MIS-C lo han sufrido en España, según el registro pediátrico EPICO-AEP, que reúne los datos de 75 hospitales de todo el país, entre 90 y 100 niños. Los casos se han repartido en las tres olas que el virus ha generado a nivel nacional, hasta el momento. Calculando que la población de niños infectados en España, según los estudios de seroprevalencia llevados a cabo por el Ministerio de Sanidad, es de 300.000 menores, más o menos, la incidencia está por debajo del 0,02%. Es una secuela rara, en el mejor sentido de la palabra.
Sin embargo, este síndrome es diferente a aquel que pueden sufrir los adultos tras haber contraído el coronavirus. “Clínicamente no se parecen mucho. En el COVID tienes una fase que es la infección viral, y en la 2-3 semana de enfermedad se da lo que llamamos una tormenta de citoquinas [una reacción descontrolada del sistema inmunológico], que es lo que desencadena lo malísimos que se ponen. En niños, hay un poco de solapamiento en la tormenta inmunológica. Los niños con MIS-C tienen alguno de los aspectos inmunológicos de la tormenta de los adultos. Pero hay diferencias”, comenta el pediatra Tagarro.
Por eso, hay algún MIS-C en adultos jóvenes, pero son pocos.
“El conjunto de síntomas y signos sugieren una gran inflamación: suelen ser niños que tienen los ojos rojos, una exantema en la piel, náuseas, vómitos, dolor abdominal, tensión baja y afectación cardiaca (el corazón late con menos fuerza)”, radiografía el especialista. “Más o menos, en la mitad de los casos, esa tensión baja y esa afectación cardiaca necesitan cuidados intensivos”.
Buena respuesta al tratamiento y apenas mortalidad
Y hay esperanza. La mortalidad por MIS-C es prácticamente inexistente: los niños que han fallecido y estaban afectados por este síndrome contaban con enfermedades previas. “El tratamiento que se está empezando a utilizar y se usó al principio es muy parecido, o el mismo. Es administrar inmunoglobulina intravenosa o corticoides y se vio que respondían bien los dos”, explica. En los peores casos se usan ambos métodos combinados.
“Se responde muy bien al tratamiento”, sonríe el doctor Tagarro. “En general la recuperación es total, sin ninguna secuela. A un pequeño porcentaje hay que hacerle seguimiento”.
Así estudia este raro síndrome el registro nacional de MIS-C
Este registro empezó con la pandemia, en febrero. Los coordinadores son la doctora Cinta Moraleda, del Hospital 12 de Octubre, y el doctor Alfredo Tagarro, del Hospital Infanta Sofía. Se trata de un registro anonimizado electrónico a través de una herramienta especialmente diseñada para este tipo de bases de datos, denominada RedCap y que está alojada en el Instituto de Investigación del 12 de Octubre.
“Antes estudiábamos la neumonía”, comenta el pediatra Tagarro, “y utilizamos esa red que ya teníamos para esto. Solicitamos un proyecto al Instituto de Salud Carlos III y la Asociación Española de Pediatría apoyó con la financiación de una investigadora”. Tras el apoyo de la sociedad de pediatras se incrementó mucho del número de hospitales que estudian el MIS-C. En este momento, son 76 centros en todo el país.
Para aprender sobre este raro síndrome se recogen datos epidemiológicos, datos clínicos, datos analíticos, datos de la evolución y los diagnósticos de estos niños. En el contexto de este estudio, inicialmente, el objetivo era identificar cómo era la enfermedad y cuáles son los factores de riesgo para conocer cuál es una evolución a peor, a más grave.
También llevan a cabo estudios diagnósticos, para ver cómo funciona el test antigénico rápido en comparación con PCR, por ejemplo. “Ahora estamos terminando un estudio para ver cómo funciona el frotis oral en lugar del nasofaríngeo [a la hora de diagnosticar si has contraído el virus], que tiene una aceptabilidad baja en niños y padres. Y los resultados son bastante prometedores”, guiña el doctor.
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