Con mucha precisión, Carlos dibuja una línea horizontal y vertical que le sirve de guía. El corchero arranca la piel del alcornoque. En pareja suelen acabar en pocos minutos con todo el corcho que le ofrece el árbol, y las únicas herramientas son el hacha y su fuerza. A Carlos le viene este trabajo de familia.

"Este tapón lo fabricó mi abuelo a principios del Siglo XX", señala Carlos, corchero de oficio. Los tapones son su uso más conocido.

"Se le quita una parte que va para el triturado y se deja la pieza limpia para hacer la rebanada para poder sacar los tapones", explica Antonio Camerero, de la empresa Camerero e hijos.

En empresa extremeña DIAM se producen 1.500 millones de tapones al año. Son los segundos productores mundiales.

"La peculiaridad que nos diferencia de otros tapones es que el corcho lleva un tratamiento de desinfección que le provoca la tracción de tricloranisol, que es la molécula que le transmite el sabor del corcho al vino", cuenta Francisco Contador, director financiro de DIAM.

Se cuece el corcho, se tritura, y mediante un tratamiento especial consiguen hacer unos tapones únicos. Pero las propiedades del corcho dan para mucho más.

"Es acústico, es térmico, es volátil, osea no pesa y ahora por último ya es ignífugo, nosotros hemos hecho un tratamiento especial para ser la primera empresa del mundo en tener un corcho antifuego", comenta José Luis Tena, de Corchos Extremadura.

En la construcción, en la náutica y en las guarderías mezclado con gomaeva es ya una realidad.