Los primeros homínidos que vivieron en el Tíbet pertenecieron a la subespecie de los denisovanos, según un estudio difundido por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, con sede en Leipzig (Alemania). Estas conclusiones se fundamentan en el hallazgo del fósil de una mandíbula inferior de unos 160.000 años en Xiahe, en China.
El hallazgo se produjo en 1980, pero su análisis científico arrancó en 2010 por el equipo integrado por el profesor Fahu Chen, del Instituto de la Meseta Tibetana, y su colega Donglu Zhang, de la Universidad de Lanzhou, a los que posteriormente su unieron Jean-Jacques Hublin y Frido Welker, de Leipzig.
Los investigadores estiman que se trata del fósil del primer homínido que habitó en esa meseta y correspondería a los denisovanos, una subespecie arcaica relacionada con los neandertalesy los humanos modernos. Hasta ahora, los únicos fragmentos que se conocían de esta subespecie era una reducida colección de fósiles procedentes de la cueva de Denisova, en Siberia, recuerda el Max Planck en su comunicado.
El análisis del ADN de estos denisovanos siberianos permitió establecer que estos homínidos tenían una gran capacidad para adaptarse a altas alturas y temperaturas extremas, lo que explicaría que pudieran vivir en el Tíbet. El equipo investigador del Max Planck considera que el homínido al que perteneció esa media mandíbula debía pertenecer a una población estrechamente relacionada con la colonia de Siberia y que se pudo establecer en la meseta tibetana en el pleistoceno medio.
Según sus conclusiones, los miembros de esta subespecie se adaptaron al ambiente de bajos niveles de oxígeno mucho antes de la llegada del homo sapiens, gracias a las mencionadas características que le permitían adaptarse a esa situación.
"Se han encontrado rastros de ADN de denisovanos en poblaciones de Asia, Australia y Melanesia, lo que sugiere que estos antiguos homínidos pudieron haberse extendido", argumenta el profesor Hublin, para recordar que hasta ahora solo se habían identificado como tales los restos hallados en la cueva siberiana.
La mandíbula en que se fundamenta el estudio fue hallada en 1980 en una cueva de la meseta tibetana, en el lecho del rio Jiangla, por un monje local. El religioso lo donó al entonces sexto Buda Viviente Gung-Thang y esa comunidad tibetana lo donó a la Universidad de Lanzhou.
Los profesores Fahu Chen y Dongju Zhang iniciaron en 2010 los estudios sobre ese fósil, correspondiente a la parte inferior de una mandíbula, que han derivado en el descubrimiento ahora revelado, con las aportaciones del Max Planck de Leipzig. En el fósil estudiado no se detectaron rastros de ADN, pero sí se pudieron extraer proteínas de uno de los molares que llevaron a esas conclusiones.
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