NO SON MUCHAS
Renault Symbioz y Mitsubishi Grandis; mismo coche, dos formas de verlo. ¿Conoces las diferencias?
El Renault Symbioz y el Mitsubishi Grandis tienen pocas diferencias; pero las tienen. Veamos cuáles son para aprender a distinguirlos.

Publicidad
Si alguna vez ibas por la calle y te has quedado chinado al ver dos coches, solo que con otro logo bordado y unas diferencias mínimas, más o menos eso es lo que pasa con el Renault Symbioz y el Mitsubishi Grandis. Ambos salen de la misma fábrica, tienen los mismos motores, las mismas medidas y hasta la misma pantalla en el salpicadero, pero según dónde mires, puede que te encuentres con un frontal ligeramente distinto o con una garantía que le da diez vueltas a la del otro, y claro, el dilema aparece: ¿me quedo con el francés más barato o me lanzo al japonés con cinco años más de tranquilidad bajo el brazo?
De dónde vienen y por qué se parecen tanto
Todo esto tiene una explicación bastante sencilla y se llama Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi. Básicamente, los tres fabricantes se fijaron en que crear un coche nuevo desde cero cuesta una millonada, así que juntaron plataformas, motores y fábricas, lo que ha dado lugar a auténticos gemelos con apellidos distintos. Lo hemos visto ya con el Mitsubishi ASX, que en realidad es un Renault Captur disfrazado, y lo mismo con el Colt, que no deja de ser un Clio con pasaporte japonés por más que me jurase el del concesionario que no. Ahora el turno es para el Grandis, un nombre que en su día estuvo pegado a un enorme monovolumen y que ahora reaparece reconvertido en SUV compacto, siguiendo la moda que manda el mercado.
El Symbioz, por su parte, es uno de los últimos lanzamientos de Renault, un SUV híbrido con aspiraciones de convertirse en superventas dentro de la marca, aunque su planteamiento tampoco rompe moldes con su tamaño medio, etiqueta ECO y un diseño que bebe directamente del lenguaje visual que los franceses llevan aplicando en su gama. Lo curioso es que, a pesar de esas diferencias de detalle, el Grandis y el Symbioz son prácticamente intercambiables, hasta el punto de que comparten línea de montaje en Valladolid y lo único que cambia en esa fábrica (prácticamente) es qué logo le ponen al morro en el último momento.
Claro, si ambos comparten todo menos la pegatina, la pregunta lógica es: ¿por qué pagar más por uno? Aquí es donde entra la estrategia de Mitsubishi, que sabe que para convencerte tiene que darte un incentivo de peso, y ese “peso” llega en forma de garantía: nada menos que ocho años frente a los tres que ofrece Renault, un detalle que, aunque parezca menor, en realidad puede ser decisivo si eres de los que no cambian de coche cada dos días.


Lo que cambia por fuera y lo que no cambia por dentro
En el exterior, las diferencias se notan sobre todo en el frontal, porque Renault mantiene la parrilla horizontal, con faros que se estiran hacia los lados, mientras que Mitsubishi apuesta por su famoso “Dynamic Shield”, que básicamente es una máscara más agresiva con detalles cromados que intentan darle un aire algo más deportivo que casi disimula los rasgos compartidos con el otro. En la trasera, sinceramente, si no te fijas mucho es casi imposible distinguirlos, porque las ópticas son idénticas y lo único que varía es el logo, así que salvo que seas muy friki o que tengas los dos aparcados juntos, probablemente no notarías cuál es cuál.
Por dentro la cosa es todavía más descarada, porque ahí sí que no hay prácticamente diferencias. Tienes la misma pantalla vertical de 10,4 pulgadas, el mismo cuadro digital, los mismos asientos traseros que se pueden deslizar y hasta el mismo sistema multimedia con Google integrado. Lo único que han cambiado los japoneses es el mando del cambio: en el Symbioz es una palanca tradicional y en el Grandis es un selector giratorio, algo que queda muy molón pero que en el fondo es algo aburrido.
Hablando de conducción, aquí sí que no hay nada que discutir, porque la mecánica es exactamente la misma. Puedes elegir un microhíbrido con motor 1.3 turbo de 140 caballos y cambio manual o automático de doble embrague, o irte a por la versión híbrida de 160 caballos que combina un motor de gasolina 1.8 con dos eléctricos y cambio automático multimodo. Da igual si lleva diamantes en el logo o un rombo, porque el rendimiento, los consumos y hasta el distintivo ECO de la DGT son calcados.


El precio, la garantía y el dilema final
Llegados a este punto, todo se reduce a lo que estés buscando. Si lo tuyo es gastar lo justo y te da igual cambiar de coche cada pocos años, el Renault Symbioz arranca en unos 26.000 euros y se presenta como una opción más barata. En cambio, si eres de los que se quedan con el mismo coche un tiempo (sin que el cuentakilómetros da la vuelta), entonces los 29.000 euros del Mitsubishi Grandis igual te salen más rentables a la larga, porque tener ocho años de garantía oficial es una tranquilidad que no te da prácticamente nadie más en este segmento.
Al final, la compra no depende de que uno sea mejor que el otro, porque no lo son: son el mismo. Depende de tu bolsillo, de tu nivel de preocupación por el futuro y de cuánto valor le des a tener un frontal más afilado o una parrilla distinta. Es como elegir entre dos hermanos gemelos: los dos son iguales, los dos han crecido en la misma casa y lo único que cambia es el peinado o la ropa que llevan puesta.
Lo interesante (y muy triste también) es ver cómo esta estrategia de coches clonados se está convirtiendo en norma en la industria. Las marcas ya no pueden gastar fortunas en desarrollar modelos exclusivos para cada mercado, y eso nos lleva a casos como este, en los que el mismo coche te lo ofrecen con dos etiquetas distintas para atraer a públicos diferentes, y tú, como comprador, al menos tienes la ventaja de elegir con conocimiento, sabiendo que no importa cuál compres, porque en realidad estarás conduciendo exactamente el mismo SUV fabricado en Valladolid.
Publicidad