¿QUÉ ES LA BATERÍA PERFECTA Y POR QUÉ IMPORTA?

La carrera por la batería perfecta: ¿quién la está ganando?

La “batería perfecta” no es un invento de marketing ni una utopía de laboratorio. Es una necesidad real si se quiere que el coche eléctrico deje de ser una alternativa limitada para convertirse en solución global. ¿Qué significa “perfecta”?

BMW i7 con baterías sólidas

BMW i7 con baterías sólidasBMW

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La “batería perfecta” no es un invento de marketing ni una utopía de laboratorio. Es una necesidad real si se quiere que el coche eléctrico deje de ser una alternativa limitada para convertirse en solución global. ¿Qué significa “perfecta”? Muy sencillo: que acumule mucha energía en poco espacio, se cargue en minutos, dure años sin degradarse, no arda si la golpeas y no dispare el precio final del coche. Esa es la lista de deberes que los ingenieros llevan una década intentando aprobar.

Por ahora, las baterías de iones de litio han sido la mejor respuesta, pero ya enseñan sus costuras. La carga sigue siendo lenta, la degradación tras miles de ciclos no es anecdótica y los riesgos de incendio están más que documentados. Además, su fabricación depende de materiales escasos o conflictivos, lo cual pone en duda su sostenibilidad real. Si se quiere que los eléctricos se masifiquen, la batería tiene que mejorar. Y mucho.

Aquí entran en juego las baterías de estado sólido. Cambian el electrolito líquido (inflamable) por uno sólido, más estable y compacto. En teoría, prometen más energía, menos peso, más seguridad y una vida útil más larga. En la práctica, siguen siendo caras y difíciles de producir a gran escala. Pero son, a día de hoy, la gran promesa del sector.

¿Qué cambiaría si se logra?

Si esta tecnología madura, cambiará todo. La autonomía dejará de ser una excusa: se habla ya de prototipos con más de 1.000 kilómetros de alcance real. Cargar el coche podría llevar lo mismo que llenar un depósito de gasolina. De golpe, el eléctrico se vuelve viable para rutas largas, para quien vive sin garaje, para flotas, repartidores y hasta para vacaciones improvisadas.

El impacto no sería solo práctico. También sería medioambiental. Una batería más eficiente y duradera implica menos extracciones, menos residuos y menos presión sobre las redes eléctricas. No haría falta reemplazar baterías tras 200.000 kilómetros ni reciclar toneladas de litio cada año. Todo eso ayudaría a que la movilidad eléctrica deje de depender de subsidios o de promesas ecológicas a medias.

Además, estas baterías podrían tener un uso más allá del coche. Servirían para almacenar energía solar en hogares o en redes locales, dando estabilidad a un sistema energético descentralizado. Incluso podrían impulsar aviones eléctricos en trayectos cortos. La batería perfecta no es solo un avance para el transporte: es una pieza crítica de un futuro más limpio.

Un coche cargándose en un punto de carga público para coches eléctricos
Un coche cargándose en un punto de carga público para coches eléctricos | Europa Press

¿Quién va en cabeza en esta carrera?

Toyota lleva años desarrollando su propia batería de estado sólido. Ya ha presentado prototipos con cifras sorprendentes: hasta 1.200 km de autonomía y cargas en menos de 10 minutos. Su plan es empezar a fabricarlas a pequeña escala en 2026. Le sigue de cerca la china CATL, que colabora con varios fabricantes y apunta a tener baterías con más de 500 Wh/kg (frente a los 250 Wh/kg actuales de un Tesla Model 3) en menos de dos años.

BYD y SAIC, también en China, han presentado avances sólidos, mientras que en Europa las apuestas van más lentas. Volkswagen y BMW están invirtiendo en startups como QuantumScape o Solid Power, pero sin resultados tangibles aún. Estados Unidos, por su parte, confía en el músculo tecnológico de sus gigantes, pero también arrastra problemas de costes y producción.

Eso sí: prototipos hay muchos. Lo difícil es fabricarlos a escala sin que exploten, sin que cuesten una fortuna y sin que tarden años en homologarse. Por eso, aunque algunos fabricantes parecen estar cerca, nadie puede cantar victoria todavía. La distancia entre laboratorio y concesionario sigue siendo considerable.

¿Y qué pasa mientras tanto?

Mientras se avanza hacia esa batería soñada, los coches eléctricos siguen mejorando poco a poco. Más autonomía, mejores sistemas de gestión térmica, carga más rápida... Pero también más marketing, más promesas que se quedan a medias y una brecha cada vez más evidente entre los que pueden tener un punto de carga privado y los que no. La revolución aún no es universal.

La presión viene por varios frentes: normativas más exigentes, planes de descarbonización y la necesidad real de reducir las emisiones del transporte. Pero si no se resuelve el cuello de botella de la batería, todo lo demás avanza cojeando. Sin una batería duradera, barata y segura, el coche eléctrico seguirá siendo un privilegio antes que una solución.

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