En esta época donde vigilar nuestra alimentación y aprender qué y cómo debemos comer es casi una moda, es normal que leamos titulares en las redes sociales e internet que nos hablen de alimentos maravillosos (o también llamados “superalimentos”) o promesas de curas milagrosas, pérdidas de peso en tiempo record o trucos que prometen solventar todos tus problemas que nunca habías oído.

Pero detrás de estos mensajes no siempre se encuentra una persona titulada y con suficiente conocimiento como para dar mensajes de salud. Por mucho que nos insistan en que son “expertos”, “especialistas” o que se han formado en lugares, centros y universidades que, seguramente, no has oído hablar nunca. Es lo que se suele denominar como “magufos”. Personas que, cerca de caer en el intrusismo profesional, nos dan consejos y pautas que, o no están, o están vagamente avaladas por la ciencia.

Infoxicación en alimentación

Vivimos en una era donde el acceso a la información es más fácil que ninguna otra época de la historia de la humanidad. Toda la información la tenemos en la palma de nuestra mano gracias a Internet. Pero también es verdad que, a pesar de ser la época donde más información tenemos a nuestra disposición, menos formados estamos. Incluso confundidos.

Es lo que se conoce como “infoxicación”: tenemos mucha información, pero la gran mayoría de ella no vale, o incluso es perjudicial, en términos de alimentación, para nuestra salud. Y aquí entran en juego los “magufos”. No es de extrañar que la salud sea una de las áreas donde más bulos se generan, y, concretamente, la alimentación. Todos queremos comer bien, pero no estamos tan dispuestos a hacer ciertos sacrificios.

Cómo detectar un 'magufo'

Influencer no es sinónimo de divulgador. Los primeros son personas que crean contenido en internet, mayoritariamente en redes sociales, y que tienen un gran número de seguidores a los que llegan a influir. Pero no por muchos seguidores significa que tengan más razón. Los segundos, los divulgadores (o también llamados “referencers”, profesionales sanitarios que son influencers) son profesionales de la salud que comunican y divulgan contenido científico y de salud en internet pero que les avala su conocimiento y su formación en la materia.

¿Cómo podemos saber si estamos ante un buen divulgador en salud? Atento a las siguientes claves para desenmascarar a los que hablan sin saber de alimentación y nutrición. Así te evitarás más de un disgusto a largo plazo, ya que lo que comemos hoy, y cómo lo comemos, es nuestra salud del mañana.

¿Qué formación tiene?

Nunca te dejarías operar por una modelo, ni dejarías que arreglara tu coche un cantante. Entonces, ¿por qué dejas tu salud y tu alimentación en manos de gente que no tiene una formación en la materia de base? Aunque la formación reglada no es una garantía de hacer un buen trabajo de divulgación, si nos da una cierta seguridad de que saben de verdad de lo que hablan. Si estamos ante un mensaje de alimentación tenemos que buscar que venga de mano de profesionales sanitarios: diplomados y graduados en Nutrición Humana y Dietética, licenciados en Medicina, Tecnólogos de Alimentos o licenciados en Farmacia, por ejemplo.

¿Qué relación tiene en redes sociales?

Lo normal entre profesionales es que exista relación profesional entre ellos. Y entre ellos debaten, comparten y se enriquecen mutuamente. Hay muchos estudios en nutrición y la ciencia nunca es categórica, siempre tiene matices, términos intermedios, y se suele buscar un consenso basado en la mayor evidencia científica posible. Que ya te adelanto que no es “un estudio dice que…”. Suelen hacer falta muchos estudios para estar un poquito seguro de lo que se dice, y siempre se deja la puerta abierta a que aparezca otro estudio que lo contradiga todo y nos haga replantearnos lo que hasta ahora se creía que era válido.

Por ello, mirar cómo se relaciona el “influencer de salud” con otros profesionales en redes, como construye con ellos, y como NO se dedica a desacreditar a compañeros te puede dar una buena pista de si estás delante de un buen divulgador en salud y alimentación. En nutrición, como en todas las ciencias, no hay verdades absolutas, si no consenso en hipótesis que se siguen investigando para ver cómo de robusta es la recomendación.

¿En qué se basa?

Evidentemente un buen profesional divulgador de salud se debe y se tiene que basar en estudios y el consenso científico. Todo lo que dice debe estar bien fundamentado para que, como mínimo, sepamos que con los consejos que se dan no se va a generar ningún problema a la persona que los siga. Esto es así por el Código Deontológico de los Dietistas-Nutricionistas y por el cuarto principio de la bioética médica: lo primero es no hacer daño.

Está bien que cite estudios y publicaciones sobre el tema con buen prestigio, pero como hemos dicho antes, desconfía cuando nos digan “un estudio dice qué”. Porque el consenso y las recomendaciones en nutrición no se basan en un estudio, ni en cinco, ni en diez. Se basa en todo lo que hay publicado en la materia. Y eso, en la gran mayoría de los casos, son muchos estudios. El blanco y el negro raramente existe en nutrición.

¿Qué te promete?

Divulgar es enseñar, educar. Dar herramientas a las personas que te siguen y confían en ti para que puedan ser críticos y puedan mejorar su alimentación así como su conocimiento en nutrición. No vendemos nada, solo educamos.

Por eso, si lo que te ofrece y promete son curas casi milagrosas, pérdidas de peso en muy poco tiempo y casi sin esfuerzo o curar una enfermedad, cuidado. De hecho, muchas veces son los mismos que nos hablan de “superalimentos”. Cualquier profesional de la salud en nutrición humana y dietética sabe que ese término no existe. No existe un único alimento que nos aporte la salud que deseamos. Somos animales omnívoros y necesitamos comer de varias fuentes para poder aportar al cuerpo todo lo que necesita. Lo mismo si nos habla mal de los aditivos, o lo que es lo mismo, alienta la quimiofobia. Además, en vez de avalarlo con estudios científicos y consensos de entidades científicas reconocidas, pone ejemplos personales.

Su experiencia profesional (el famoso “a mi me va bien”), fotos de personas con el antes y el después, testimonios de sus seguidores tipo “desde que hago lo que me dices he perdido peso / me siento genial / se me ha curado el cáncer”, científicamente es papel mojado. Todo puede ser fruto de la casualidad, la sugestión (efecto placebo) o, directamente, es mentira. ¿Te imaginas que vas al oncólogo y cuando te recomienda un tratamiento te dice “a mi cuñada le fue bien”? Para saber si algo podría funcionar normalmente se prueba mil y una veces, y contra placebo a doble ciego. Para evitar la sugestión de las personas. Incluso muchas veces parte de los investigadores no sabe si está dando el tratamiento o el placebo. Y aún así, repito: no hay mandamientos, todo puede cambiar, todo se puede discutir.

¿Cómo te lo está contando?

Aunque en los tiempos que corren para los medios de comunicación los mensajes clamados, razonados y sin debate sensacionalista no son los más atractivos, un buen profesional siempre es cauto. Mira lo que pasó con las sardinas: hubo una época donde eran malas malísimas, y ahora son maravillosas por la calidad de sus grasas. Todos los mensajes de salud que ahora se dan son basados en lo que hasta ahora se sabe del tema.

Por lo tanto, si el influencer en cuestión tiene un mensaje sensacionalista, alarmista, exaltado, tiene toda la pinta de querer hacer más ruido que ayudarte. Desconfía. Una cosa es que nos adviertan de que algo puede ser perjudicial si no tenemos cuidado o si nos excedemos en su consumo y otra decir que es malísimo y te va a matar con solo mirarlo. Si fuera tan malo, no se vendería. No hay una conjura mundial para matarnos.

¿Vive de ser influencer?

Hubo una vez un antiguo profesor de universidad que me dio clases que me dijo una frase que se me quedó grabada a fuego: antes divulgar era una parte de nuestro trabajo. Ahora es un trabajo en sí mismo. Muchos buenos divulgadores no se dedican a ser influencer. Tienen sus trabajos: son profesores de universidad, pasan consulta, investigadores, trabajan en otro sitio que no son las redes sociales.

Por decirlo de forma fácil: no viven de la publicidad que da su fama o de sus curas y métodos milagrosos que nadie más sabe y que son lo más sano (y todo lo demás en basura según ellos). Conflicto de interés económico. Para que lo entendamos, si el divulgador vive de su trabajo y, además, divulga en redes, no depende económicamente de ser famoso y posiblemente no tenga necesidad de estar constantemente haciendo ruido para que las marcas se fijen en él y le propongan colaboraciones. Es decir, su mensaje, probablemente, esté menos influenciado y sea más imparcial (aunque todo puede pasar). Pero si solo se dedica a estar en redes y no se le conoce otro trabajo, posiblemente su finalidad no sea divulgar si no vivir de ser conocido.