Y mientras España cabalga desbocada hacia la enésima ola con datos de récord y 218 muertos en un solo día, entre la incertidumbre económica, las medidas dolorosas y el pasmo de vecinos europeos, nuestras señorías ahondan en el género del vodevil y la ópera bufa con numerosos ejemplos en diversas cámaras. El martes la senadora del PP Adelaida Pedrosa sonrojaba al respetable con una bronca de "after hour" de periferia sobre machos alfas y compartir camas muy divertida si formara parte del guion de un culebrón turco y no estuviéramos en la peor crisis desde la guerra civil. Le preguntaba la popular a la ministra Montero si se avergonzaba de "compartir vida con un machista, o iba a seguir callada", a lo que en la mejor tradición de nuestra zarzuela, la ministra respondía que "me meto a la cama con quien me da la gana" y achanta la mui que te chino la jeró, le faltó responder a la grosería de Adela. Cabe recordar que el de Pedrosa es uno de los nombres que se le cayó a Pablo Crespo en su rajada ante la Audiencia Nacional en el juicio por la financiación del partido popular en Valencia a través de la Gürtel.

A esa misma hora y en otro lugar no muy lejos del Senado, la concejala de turismo y deporte madrileña Andrea Levy perdía los papeles en una comisión municipal. "No puedo ocuparme de su frustración por no ser nada ni nadie. Debe ser que le gusto", le dedicaba a un edil socialista. Me extrañó que en ese momento no mascara tabaco con los pies sobre la mesa. Minutos después y ya fuera de sí hacía mofa del vestuario de otra concejala mientras se ciscaba en el Presidente de la comisión que trataba de reconducir el debate fuera del charco. Una tangana donde a la concejala de cultura (no olvidemos este detalle) le faltó sólo acudir en compañía de John Cobra. Todo muy edificante.

Machista, dictador, matón, cretino, hipócrita, acomplejado... son calificativos escuchados la pasada semana en el Congreso. La Presidenta Batet asegura estar muy preocupada. Sabe la gravedad que supondría añadir a la crisis sanitaria, económica y social la política. Es la mejor manera de allanar el terreno a la ultraderecha, provocar el hastío en la ciudadanía, que el populismo negacionista venda su discurso de menas violadores y vascos traidores.

Lo peor de todo es que sus señorías no son conscientes. Socialistas y Podemos acusan a populares de incendiar las sesiones, el PP acusa a vez al Gobierno de no responder sus preguntas y escudarse en el ruido para tapar su gestión, sólo Vox disfruta con el creciente descrédito de una cámara que está a años luz de lo que se cuece fuera, una pandemia que nos enferma y arruina entre la mala gestión y la falta de acuerdos. Luego sus señorías se sorprenden cuando los italianos deciden reducir el número de diputados con un 70% de votos a favor. Y lo hacen incluso sabiendo que el ahorro será mínimo. Pero quieren menos ruido y castigar a una clase política ausente e irresponsable. Mientras aquí los partidos de la coalición tienen que dar marcha atrás en su apuesta por subir un 1% el sueldo de los diputados y altos cargos ante las protestas de la oposición y partidos como el PNV. Otra polémica innecesaria e insolidaria que acaba siendo "rectificada" ante la cansada mirada del ciudadano.

Para que la fiesta fuera completa, el jueves había show de Vox en el Congreso. Otra jarana para echar el rato a años luz de lo que necesitan los españoles en esta miasma. Abría Garriga con un discurso que emocionaría a Millán-Astray. Salpicado de referencias guerracivilistas, parecía que la moción de censura fuera contra Azaña. Su discurso no levantó euforia ni entre sus filas. Es lo que tiene cuando se alarga demasiado un chiste. Que si Zapatero y ETA desmantelando España, que si nuestros barrios en manos de ladrones y violadores y nuestras mujeres atemorizadas por "la sociedad multicultural" que quiere imponer la ley islámica. Un batiburrillo deslavazado de datos a medio cocer, loas al racismo y bulos varios que acabó con un "Dios bendiga a España".

Abascal demostró no saber mucho más de ciencia, historia o economía que Garriga. Retomó el lenguaje del 36, amenazó con hacer una "democracia" a la carta, ilegalizando partidos nacionalistas e independentistas y dejando claro que los españoles "de bien" sólo son los que piensan como él, aquellos españoles que tengan otra concepción del Estado serán ilegalizados por un bien superior: el suyo. Para acabar el sainete y tras la acostumbrada retahíla de insultos, el líder de Vox aseguró que Sánchez tiene "aspiraciones soviéticas", Bruselas busca "la ruina y división de los pueblos" y que la UE se parece demasiado a la URSS... o a China. ¿De verdad Vox le ha echado horas a la elaboración de su moción de censura? Abracadabrante.

Sólo cabe reconocerle un gol. Nos ha tenido toda la mañana pendientes de su soflama. Ha acaparado titulares y horas de tertulia para colocar su discurso. Pero de arrimar el hombro, proponer soluciones más allá de su cruzada contra el comunismo o aportar unidad y aliento en la lucha contra la enfermedad, ni una palabra. Habló más de Gibraltar. Si la pandemia continúa y sigue la bronca y falta de entendimiento entre instituciones, la ultraderecha crecerá.

Y mientras, ahí fuera, en una ciudad triste de persianas bajadas, la gente, enferma.