Líderes como Abascal condenaron a muerte a Jo Cox. El asesinato de la líder laborista por parte de un militante del Frente Nacional británico al grito de "Britain First" no se hubiera producido antes del Brexit y del debate público tóxico que consideraba enemigo existencial a cualquier ciudadano de izquierdas que creía en la multiculturalidad y en que Reino Unido permaneciera unido a Europa. "El lenguaje es más que sangre" es una cita del filósofo Franz Rosenzweig que Viktor Klemperer incluyó en su obra LTI, la lengua del Tercer Reich, que versa sobre la influencia del discurso y la palabra en la radicalización de la Alemania de los años 30. Una muestra de cómo la palabra intoxicó la convivencia hasta hacerla precursora de la violencia y que sirve para comprender cómo funciona hoy la correa de transmisión del odio desde los discursos de la extrema derecha a las calles.

La capacidad performativa de la realidad que tiene el discurso público de la extrema derecha no solo se concretó en este tiempo en carne de Jo Cox, sino en multitud de eventos trágicos como el atentado terrorista de Christchurch, Utoya, Charlottesville o el más claro al respecto de la correlación de causas que implica la palabra con la acción; el caso de la pizzería de Q-anon, en el que un seguidor de Alex Jones acudió armado a una pizzería en Washington DC porque había escuchado al agitador ultra que en el establecimiento había una red de explotación sexual dirigida por Hillary Clinton. Abascal es responsable con su lenguaje de las acciones que puedan sucederse por parte de sus seguidores a partir de ahora. Pero Abascal está noqueado. No puede mantener ni sus propias bravatas y se acobarda en cuanto sus soflamas son respondidas con firmeza por la izquierda. El líder de VOX es uno de los escasos ejemplos de representante de la extrema derecha que da un paso atrás y se asusta cuando las expresiones que usa alcanzan la dimensión en la opinión pública que merecen.

En la convención Atreyu, que cada año organiza la extrema derecha italiana de Giorgia Meloni, ha vuelto a atemorizarse y llorar de manera quejosa por una nueva derrota de su intento por escandalizar a la opinión pública en España con sus palabras sobre Pedro Sánchez deseándole el mismo final que recibió Benito Mussolini colgado de los pies en una estación de gasolina de la Esso en Milán: "No hablaré en italiano porque me malinterpretan incluso cuando hablo en español. A veces da igual lo que digamos y el idioma que utilicemos porque la 'siniestra' siempre manipulará nuestras palabras, siempre mentirá sobre nuestras intenciones y siempre ocultará nuestras verdades. Esta misma semana, en España la 'siniestra' mediática y política ha manipulado y retorcido mis palabras para hacer una caricatura violenta y lincharme en la plaza pública. Sé que esa manipulación ha llegado hasta Italia…Quiero decir que yo no deseo a nadie ni siquiera a un corrupto y un traidor que le cuelguen por los pies. A nadie, absolutamente a nadie. Esto es algo que me produce repugnancia siempre que ha ocurrido en la historia".

Abascal era consciente de que había nombrado al muerto antes de ir a la casa del ahorcado y de que no había sentado bien a los herederos del MSI y del fascismo italiano que utilizara el asesinato de su ídolo y referente como modelo para el fin del sanchismo. Pero la cobardía de Abascal no resta un ápice de gravedad a las palabras que expresó en su visita a Argentina porque ensanchan el discurso de lo posible haciendo aceptable la inducción al magnicidio dentro del debate público.

VOX está en una crisis existencial. Su caída libre le hace mostrarse errático, pero a su vez lo convierte en más peligroso porque las organizaciones luchan de manera cruenta por su supervivencia. En el partido ultra son conscientes de su delicada situación y la imposibilidad de hacer una oposición firme y convincente una vez que los medios reaccionarios han identificado su existencia como un problema para la consecución del poder. Están golpeados y sorprendidos porque siempre tuvieron en los medios de su cuerda un sostén que les minimizaba el coste de sus aberraciones discursivas.

Las elecciones del 23 de julio le han quitado la red de seguridad que le proporcionaba el emporio mediático al culparle de la reelección de Pedro Sánchez, ahora, cada declaración que antes era comprendida, ocultada o justificada sufre el mismo tratamiento negativo que le otorga la izquierda. VOX ha perdido el favor de los medios y la frescura de lo nuevo y sus diatribas encendidas superan la capacidad de persistencia que un líder pusilánime como Abascal nunca ha mostrado. El líder de la extrema derecha española solo quiere seguir viviendo muy bien de un salario público y se preocupa cuando ve que su espacio ideológico le mete en problemas y pone en cuestión su vida sin trabajar. Se está mostrando débil y pronto aparecerán los perros para despedazarlo. PPuede que la metáfora de acabar colgado por los pies sea sobre su propio futuro en el partido ultra.